Al final del año 2009, Euskadi ha vuelto a ser noticia. Primero, por el polémico relevo del obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte --un moderado continuador de la línea de Setién-- por José Munilla, el trágala del cardenal Rouco --con visto bueno vaticano-- a la Iglesia vasca. Por eso, el escrito contra el nuevo obispo del 76% de sus párrocos. Una minucia.

Luego, por la revelación del ministro Rubalcaba de que ETA, que no atenta desde el verano, podía preparar una gran secuestro. Y este aviso coexiste con un agrio debate en la izquierda aberzale entre los que priorizan la acción política (pero no osan condenar a ETA) y los que no cuestionan la violencia. Los seguidores de Otegi, que quieren ir a las próximas municipales, parecen ganar, pero Interior, que no olvida el fracaso de la última tregua, no se fía. Y mientras, la izquierda aberzale moviliza. Lo prueba la manifestación de Bilbao sobre los presos con apoyo de Aralar y EA. ¿Puede avanzar el polo soberanista si la izquierda aberzale se desmarca de ETA? Parece.

Pero es el nuevo Gobierno socialista el que debería marcar el 2010. Y no lo tiene fácil. En su discurso de fin de año, Patxi López agradeció la madurez y la total normalidad de Euskadi ante el cambio político. Tiene razón. Aunque acierta menos cuando asegura que su Gobierno es el más fuerte del último decenio.

¿Es más fuerte porque el pacto con el PP le da mayoría absoluta, que Ibarretxe nunca tuvo y solo gobernaba en base a que PP y PSOE no podían juntar sus votos a los de Batasuna? Entonces, sí. Pero los vascos no lo ven así. El Euskobarómetro, encuesta periódica que dirige el profesor Francisco Llera (nada sospechoso de ser nacionalista), acaba de publicar sus últimos datos. Solo el 25% (2 puntos menos que en mayo), contra el 71% (6 puntos más), expresan confianza en el gobierno de Patxi López. Y el 67% (14 puntos más que en mayo) dice que ha aumentado la crispación por la división entre nacionalistas y no nacionalistas.

Este cisma no es nuevo, pero sustituir un frente nacionalista por otro antinacionalista no parece lo más inteligente para superar la política identitaria. Sin olvidar que la gran trifulca PP-PSOE por la negociación con ETA de la pasada legislatura tampoco genera confianza en la solidez del entendimiento actual. Aunque es verdad que Basagoiti no es ni María San Gil ni Mayor Oreja.

Patxi tiene hoy más apoyo parlamentario, pero menos votos, que Ibarretxe. Y ambos disfrutan de menos apoyo social y parlamentario que José Antonio Ardanza cuando el pacto de Ajuria Enea. ¿Por qué no empezar a admitirlo? Claro que la culpa no es solo del PSE, sino también de Urkullu y Egibar (que no dicen lo mismo). Quizá por ello, los vascos (34% a 27%) tampoco aprueban la oposición que hace el PNV.