La sesión inaugural de la comisión mixta se asemejó al primer día de cole. Los 78 alumnos escucharon al tutor con atención para no empezar con malas notas en actitud. Pero en cuanto el profesor dio por inaugurado el curso, empezaron a removerse en sus asientos y a cuchichear.

Alfonso Guerra (el tutor) hizo el discurso inaugural, como presidente de la comisión. Estuvo benévolo. No les castigó a copiar cien veces aquello de "no hablaré en clase", pero la expresión de su rostro era de "esto va a ser duro".

Josep Piqué prometió defender su postura "sin estridencias" y recordó que es "de rechazo, aunque se podría matizar". Angel Acebes y Eduardo Zaplana se pusieron tiesos en el asiento cuando oyeron lo del matiz.

Como Guerra no quería ser duro, Joan Puigcercós (ERC) hizo de delegado de clase. Se llevaba el dedo a la boca para pedir silencio y sólo le faltaba decir lo de "Martínez, que le veo". Fue necesario desde que habló Carod. Pero hubo algún momento en que los populares le dieron la razón, a juzgar por sus cabezazos de asentimiento. Fue cuando dijo que no existe ley que "pueda regular los sentimientos".

Manuela de Madre entró dispuesta a merendarse a los conservadores. Sacó a relucir "la descortesía de Mariano Rajoy" por votar en contra de la admisión a trámite del Estatut. Ahí Acebes perdió la compostura: "¡Va, hombre, va!".

Mas avisó de que no se construye nada "desde la intransigencia y la rabia", y Federico Trillo soltó: "Ya estamos". Gaspar Llamazares advirtió de los riesgos de deslegitimar al Parlamento catalán y al Congreso y Cisneros puso cara de no entender lo que estaba oyendo.

Guerra cerró recordando que había sido flexible y confesó que había tenido la sensación de estar en la última sesión en vez de en la primera. "Confío en que la descarga emocional facilite la relación en la ponencia", deseó. La próxima clase, el viernes.