Esperanza Aguirre expulsó de su Gobierno, el martes por la noche, a Manuel Lamela y Alfredo Prada, dos de los consejeros que se habían aliado con Mariano Rajoy para formar parte de su nuevo equipo. Pero, además de castigar a los que consideró infieles en su entorno, trató de fichar para su Ejecutivo a Manuel Pizarro y Juan Costa. Si ambos --descontentos con el actual líder popular-- le hubieran dado un por respuesta, la jugada y la venganza de Aguirre sobre Rajoy habría sido de nota. Pero eso no sucedió y todo ha quedado en una remodelación gubernamental que huele a ajuste de cuentas.

Por su parte, la mayoría de los miembros de la dirección popular no daban crédito, ayer, a la limpieza acometida por Aguirre en el seno del Gobierno de la Comunidad de Madrid. Sin embargo, la estrategia del líder del PP y su entorno fue responder con indolencia a la exhibición de poder y capacidad de revancha de la madrileña, a fin de restarle capacidad mediática y relevancia ante la opinión pública.

"Hoy (por ayer) el tema más importante es el fútbol", contestó sin inmutarse el propio Rajoy cuando, en sede parlamentaria, los periodistas le preguntaron por la remodelación de Aguirre. En la misma línea se pronunciaron su secretaria general, María Dolores de Cospedal --que calificó el asunto de "tema interno" de Madrid--; su portavoz en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría, y algunos de sus vicesecretarios. El alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón, dijo no saber nada sobre los cambios de la presidenta.

JUSTIFICACION: EL AHORRO La presidenta de Madrid también se esforzó por quitar hierro al asunto. Ella alegaba que su remodelación obedecía a criterios económicos, puesto que saca de su gobierno a cinco consejeros (entran dos nuevos) y eso le servirá para ahorrar recursos en tiempos de crisis. Aguirre puede convencer de que la salida de sus consejeros Fernando Merry del Val (Economía); Vadeor Gador Ongil (Asuntos Sociales) y Beatriz Elorriaga (Ordenación del Territorio) responde a criterios de gestión y operatividad administrativa. Pero tiene más difícil vender esa versión en el caso de Alfredo Prada y Manuel Lamela, ambos integrados en la nueva ejecutiva de Rajoy.

COMO SE GESTO LA EJECUTIVA Para entender qué llevó a Aguirre a deshacerse de Lamela y Prada se hace imprescindible conocer los preámbulos del congreso popular. Así, Lamela se puso del lado de Rajoy (su amigo, según mantiene él mismo) en pleno enfrentamiento con la presidenta madrileña. A ella no le gustó. Además, Lamela había desafiado en varias ocasiones a Ignacio González --el vicepresidente y mano derecha de Aguirre-- y le había dado un disgusto mediático con su gestión del caso del Hospital Severo Ochoa.

Era vox populi, asimismo, que Lamela ya había intentado acompañar a Rajoy en su candidatura a las generales. Desde el pasado fin de semana, y por decisión del líder popular, es vocal de la junta directiva del PP. Y, desde el martes por la noche, exconsejero de Aguirre y posible futuro miembro del consejo de administración de Caja Madrid.

El caso de Prada es aún más claro. Su nombre no estaba entre los dos propuestos por la baronesa a Rajoy para que formasen parte del comité ejecutivo (ella quería que entrasen Francisco Granados e Ignacio González). Fue la nueva secretaria general, Dolores de Cospedal, quien, de parte del jefe, preguntó a Prada si quería estar en la dirección. El telefoneó a Aguirre para contárselo. Tras la conversación, la presidenta concluyó que Prada no le había consultado, sino "informado" de su intención de aliarse con Rajoy. Hace 48 horas que él salió del Gobierno madrileño.

EL MALENTENDIDO DE G EMES ¿Y qué ocurre con Güemes, el otro consejero de Aguirre que ha entrado en la ejecutiva popular? Que se salva gracias a un malentendido. La presidenta regional le había dicho que le propondría, junto a Granados y González, como cuota de Madrid en el equipo de Rajoy. Pero finalmente ella cambió de opinión y se le olvidó comentar a su responsable de Sanidad que, definitivamente, solo daría los nombres de su vicepresidente y secretario general. En este contexto, Güemes "desplegó encantos", lo que el entorno de su jefa interpreta como que demandó apoyo a su suegro, el valenciano Carlos Fabra. Y consiguió que el dirigente del PP le aceptara. Contra el criterio de Aguirre.