El PP se ha agarrado a la congelación de las pensiones incluida por el Gobierno en el tijeretazo de mayo como a un clavo ardiendo. Es su pasaporte social y el flanco débil en el que pueden atizar al PSOE hasta hacerle daño. Porque el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se había pasado sus dos mandatos presumiendo de ser el presidente que más ha subido las pensiones --que es un dato objetivo y comprobable, por cierto-- y acabó anunciando que los jubilados que más cobran --la pensión máxima se sitúa en torno a los 2.400 euros mensuales-- no verán revalorizada su retribución en el 2011.

Dicen que esa decisión y la de bajar una media del 5% los salarios de los empleados públicos venían exigidas por los mercados, no tanto porque esos entes sin cara y ojos se metieran directamente en las cuentas públicas y dijeran "corta de aquí, corta de allá", sino porque, al parecer, necesitaban ver sangre, medidas impopulares que demostraran que el presidente Zapatero estaba dispuesto a todo para reducir el déficit y encarrilar la economía española por la vía marcada en aquel dramático Consejo Europeo del 7 de mayo del que él fue partícipe.

Esa medida, la congelación, solo cosechó rechazo. En el Parlamento y en la sociedad. Incluso entre los militantes del PSOE. Y, de hecho, en el Congreso todos los grupos, con la única excepción del socialista, han votado seis veces consecutivas la petición al Gobierno de que la anule. Es decir, que el PNV y Coalición Canaria (CC), que han pactado el respaldo a los presupuestos generales del Estado para el 2011 y, por tanto, han decidido darle a Zapatero la posibilidad de agotar la legislatura, también han votado por seis veces la retirada de esa congelación. Así que, cuando el pasado miércoles reaparece esa petición convertida en varias enmiendas a los presupuestos, PNV y CC se hallan ante la disyuntiva de ser coherentes o ponerse colorados.

El Gobierno, agradecido --¡qué menos!--, llegó al rescate y echó mano de una estratagema legal para vetar las enmiendas. Así que, por arte de birlibirloque, desaparecieron de la votación esos textos y los nacionalistas se ahorraron el bochorno. El PP ha puesto el grito en el cielo, claro, pero el Ejecutivo tiene derecho a ese veto y existe una imperiosa necesidad por aprobar las cuentas públicas.

Es casi una anécdota, pero lo suficientemente importante como para reflejar cosas trascendentes para el futuro inmediato: que el PP sigue prefiriendo dar leña a Zapatero que pactar las medidas anticrisis, y que el acuerdo del Gobierno con PNV y CC es muy sólido. Traducidas estas percepciones al devenir diario, se ve que el Ejecutivo debe conformarse con el respaldo de vascos y canarios para sacar adelante la reforma del sistema de pensiones y que el PP solo quiere pactos de Estado si gobierna.