Soplan vientos duros. Las noticias sobre la crisis económica y la manera de afrontarla se hacen cada vez más ásperas. Y en todos los discursos aparece la palabra estructural. Nadie puede negar que la economía española necesita un cambio profundo para ganar competitividad, un parámetro en el que todos los indicadores señalan que nos estamos yendo al garete.

Cuando se menciona la palabra estructural se están diciendo muchas cosas. O ninguna. Es un buen comodín para ocultar que no hay discurso, o que el discurso es demasiado peligroso para el que lo emite.

El último en hablar ha sido Juan Ramón Quintás, presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA), y ha pronunciado la palabra. Ya sabemos de qué va, aunque no lo explicara. De lo que se trata es de reformar el mercado laboral. Sus argumentos son probablemente buenos, ajustados a la realidad europea y mundial. Es probable que se inspire al soltarlos en los análisis del gobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordóñez, que no se ha cortado al reclamar esa reforma.

Lo curioso de los razonamientos del gobernador es que su planteamiento solo ha sido reproducido por sus entusiastas seguidores en parte, troceado. Al margen de que se esté de acuerdo o no con él, Fernández Ordóñez hablaba de hacer más ágil el despido, pero también de otras muchas cosas, como de la educación o del mercado de alquileres; y aunque no lo dijera, es muy seguro que esté de acuerdo con limitar los salarios de los ejecutivos y de controlar a los responsables de los bancos y las cajas de ahorro.

Pero lo que está de moda es tomar solo una de sus propuestas, la de reformar el mercado laboral. Los Quintás y compañía no suelen ahondar en las responsabilidades que les atañen por el desastre en el que estamos, un desastre que no han provocado los trabajadores, ni los que pedían créditos, sino los responsables de las empresas financieras, que se quieren ir de rositas después de la que han montado.

Ahora, lo que hay que hacer es abaratar el despido y bajar los costes salariales. De bajar los bonus de los directivos no se habla, porque "es técnicamente muy complejo".

Yo creo que es posible que haya que reformar el mercado laboral. Y creo que eso debe afectar a todos, no solo a los trabajadores normales, que están pasando frío, porque fuera del presupuesto hace frío ahora. La decencia y la eficiencia exigen que la brutal diferencia de salarios se acabe de una vez. Discutamos en serio, pero sabiendo que estamos confundiendo al enemigo: no es Fernández Ordóñez, que no ejerce la corrección política y quizás esté equivocado. Pero tiene un discurso honrado. De los banqueros, no sé qué podemos esperar.