«Soy una persona normal y voy a gobernar desde la normalidad». Juan Manuel Moreno Bonilla (Barcelona, 1970) quiso hacer ayer un discurso de investidura a su medida, con su tono, y no pudo evitar la mención a quien es uno de sus referentes políticos, Adolfo Suárez. Quienes conocen al recién investido presidente de la Junta de Andalucía subrayan su templanza y su talante sin estridencias. Pero justo cuando los moderados han sido barridos de todos los partidos, y las opciones menos extremas rechazadas electoralmente, será un líder que representa un cambio tranquilo quien se encargue de pilotar un momento histórico en Andalucía.

De abuelos jornaleros en Alhaurín el Grande (Málaga), sus padres emigraron a Cataluña para ganarse la vida. Él, como delineante industrial en la Seat o la Hispano Olivetti; ella, en unos grandes almacenes. Retornaron cuando Juanma, como le gusta que le llamen, tenía tres meses. Su padre, fallecido hace cinco años, lo intentó primero con un taxi, pero poco después montó la tienda de ultramarinos que permitió criar a los tres hijos del matrimonio. Unos orígenes humildes con los que combate la imagen de señorito que algunos le intentan adjudicar.

Empezó a interesarse por la política en la universidad, cuando inició Psicología y Pedagogía. Pero el flechazo definitivo lo tuvo en 1989, cuando acudió a un mitin de José María Aznar en Málaga. Un mes después dejó sus estudios y se afilió al PP. Fue Celia Villalobos, entonces alcaldesa de esta ciudad andaluza, quien lo incluyó en las listas para el ayuntamiento con 24 años. Inició entonces una ascendente carrera, dejando la vida municipal para dar el salto al Parlamento andaluz y fogueándose en las juventudes del partido, de las que llegó a ser presidente en 1997.

‘Paracaidista’ en Cantabria

En el año 2000 decidió dar el salto a la política nacional, aunque acabó de paracaidista por Cantabria. Repitió por Málaga en el 2004, no llegó a salir y se refugió en el partido para ejercer de cocinero de discursos y datos para el entonces presidente, Mariano Rajoy, encadenando puestos durante una década en su ejecutiva y trabajando codo con codo con Soraya Sáenz de Santamaría. Tras la llegada del PP a la Moncloa en el 2011, dio el salto a la Secretaría de Estado de Asuntos Sociales e Igualdad junto a Ana Mato. Entre medias, conoció a su esposa, Manuela, con quien tuvo tres hijos. Politóloga y militante del PP, no duda en apelar a su conocimiento en muchas ocasiones.

El aterrizaje en el centro de mando del PP andaluz en el 2014 fue de todo menos sencillo. «Porque lo has querido tú», le dijo Rajoy al ungirlo. Moreno llegó a un partido convulsionado, en plena orfandad tras la marcha del sempiterno líder Javier Arenas y la presidencia interina de Juan Ignacio Zoido. Y envuelto en una pelea a cara de perro por el liderazgo del PP entre Dolores de Cospedal y Sáenz de Santamaría, que trataban de imponer a alguien de su cuerda. Ganó la vicepresidenta y Juanma fue el hombre elegido para plantar cara a Susana Díaz.

Le apasiona el campo y el senderismo, y siempre dice que cuando cierre su etapa política quiere acabar en algo relacionado con el medio ambiente. Aficionado a la música, en su juventud fue cantante de varios grupos de pop malagueños.

Admirador de Churchill y Kennedy, cuyo retrato cuelga en su despacho, «no da órdenes, sino pautas». Ahora tendrá que apelar a esa moderación de la que hace gala para bregar con un pacto difícil con Ciudadanos y Vox, la previsible radicalización del PSOE y la de su propio partido, liderado por un dirigente menos templado. El cómo afrontará esa contradicción se verá pronto.