Desde que el 30 de mayo del 2003 asesinara en Sangüesa (Navarra) a dos agentes de la Guardia Civil que renovaban los carnets de identidad, ETA no ha vuelto a matar. Ni siquiera en la tregua más larga (de septiembre de 1998 a noviembre de 1999) había transcurrido tanto tiempo sin que la banda cometiera algún asesinato. Pero ETA no ha estado en silencio. Ha colocado numerosos artefactos de poca potencia.

Expertos en la lucha antiterrorista no dudan en subrayar la "debilidad" de ETA, pero evitan especular sobre sus intenciones. Porque, de hecho, desde aquel oscuro 30 de mayo del 2003, la banda ha intentado sin éxito grandes atentados, como el que programaba para la Navidad del año pasado en la estación de Chamartín o el que proyectó en febrero cerca de Madrid con una furgoneta llena de explosivos.

"No conviene aplicar la lógica a lo que hace ETA porque el riesgo de equivocarse es seguro", avisan fuentes de la lucha antiterrorista, que recuerdan que las pequeñas bombas del pasado verano en localidades turísticas o las de Madrid en el puente de la Constitución obedecen a su necesidad de "demostrar a todos" que siguen ahí, que tienen activistas y que, en lugar de unos gramos de explosivo, pueden colocar unos varios kilos. "También hay una componente interna en esas acciones. Transmiten a los suyos que son ellos los que mandan, que tienen iniciativa y que la administran".

Cándido es uno de los 7000 agentes de la Ertzaintza. Miembro del sindicato Erne, asegura que "no se palpa que ETA esté dispuesta a dejar las armas ni a declarar una tregua". Y añade: "Nos tememos un zarpazo en cualquier momento".

Para Carlos García, concejal del PP en Bilbao, la amenaza persiste: "La intensidad es algo menor, pero la presión sigue. Estamos en el punto de mira. No hay relajo". Carlos tiene 27 años y desde los 21 vive con escoltas.

Unos 1.500 ciudadanos deben moverse con protección en Euskadi. Ni el Ministerio de Interior ni el departamento vasco se han planteado reducir los servicios. "Ni en las mejores hipótesis, ni en las más favorables que, desde luego no se dan ahora, quitaríamos una sola escolta", dice un portavoz de la consejería.

Daniel Arranz, concejal del PSE en Ortuella y exgobernador civil de Vizcaya, tiene muy claro que no puede bajar la guardia. "Seguiremos igual mientras la banda no anuncie su desaparición". Arranz escucha en su partido que "hay que andar con cuidado". Para él, "algo se mueve" en ETA, pero cree que habrá que esperar.

"Yo debo hacerme igual de invisible que hace un año", afirma Cristian Matías, portavoz de las víctimas del terrorismo en el País Vasco. Cristian hace su análisis: "La presión policial de Francia es muy fuerte y la presión social después del 11-M pesa mucho. Pero en ETA siempre ha existido una disposición a seguir y habrá que esperar a ver quién se lleva el gato al agua en la lucha interna".

Todos recuerdan que ya albergaron esperanzas en la tregua de 1998-1999. Ahora prefieren no hacerse ilusiones.