La franja yerma que separa a una distancia prudencial los puestos de control fronterizos de España y Marruecos en Melilla se supone que no tiene dueño. Es tierra de nadie, un término común en el argot de las relaciones internacionales que define al territorio premeditadamente desocupado para separar dos frentes enemigos. Hay limbos políticos así entre las dos Coreas, entre Israel y Jordania, y entre EEUU y México, por ejemplo. La tierra de nadie hispano-marroquí de Beni-Enzar, uno de los cuatro pasos que dan acceso a Melilla desde Marruecos, es distinta. Es la finca particular desde la que Chaouki Abdelmonaim y Said Chramti coordinan el hostigamiento a la policía española, el bloqueo al paso de mercancías y, en general, la campaña de reivindicación de la marroquinidad de Ceuta y Melilla.

Son apenas 50 metros de distancia los que separan una aduana de otra. Los agentes españoles tienen terminantemente prohibido adentrarse ni siquiera un metro en ese espacio, salvo casos de extrema gravedad. Los supuestos de extrema gravedad no están definidos, pero queda claro, por ejemplo, que no está permitido arrancar los carteles en los que aparecen retratadas con propósito de burla las nueve mujeres policía que trabajan en la frontera española. Uno de esos carteles puede ser retirado con solo alargar el brazo a través de la valla de control. Nadie lo ha hecho. Ordenes son órdenes.

¿Quién los cuelga? Abdelmonaim y Chramti ni siquiera tienen que molestarse en hacerlo personalmente. Ellos dan las órdenes a sus ayudantes, porque la tierra de nadie --tal y como denuncian desde el punto de vista melillense-- se ha convertido en una bien organizada empresa que está especializada en, por decirlo a lo bruto, tocar las narices a España.

Cartel en español y árabe

No por nada, los miles de personas que a diario cruzan la frontera por Beni-Enzar pueden pasar el rato de espera leyendo la variada colección de carteles que, tanto en castellano como en árabe, subrayan la supuesta brutalidad de la policía española y la promesa de que algún día las ciudades de Ceuta y Melilla serán marroquís.

Con el beneplácito de las autoridades de Rabat, Abdelmonaim y Chramti (este último, por cierto, tiene prohibida la entrada en España porque acumula cinco causas judiciales) han plantado su bandera en la tierra de nadie. También el coche. Allí aparcan casi a diario porque, no en vano, es casi su despacho. Con sus cámaras de vídeo y de fotografía registran minuciosamente cómo la policía española gestiona el paso fronterizo. Cualquier imagen susceptible de ser polémica la cuelgan en su propia web. Y así, desde hace dos años.