Hubo un tiempo en el que Pablo Iglesias escuchaba a su alrededor. Se quitó el pendiente porque se lo pidieron, se compró el coche que su ejecutiva lo consideró adecuado. Hasta que se cansó. Desdeñó a Íñigo Errejón cuando le pidió que no pronunciase el discurso de la ‘cal viva’ e ignoró a quienes en su equipo descartaron la compra del chalet por su ostentosidad. Iglesias sustituyó entonces la deliberación interna por una suerte de monarquía absoluta revestida de legitimidad con la llamada a referéndums. Puso sobre los hombros de las bases el acierto o el error de sus elecciones personales, en ocasiones con la amenaza de abandonar el cargo si no se cumplían sus deseos.

Cada vez más voces creen que es lo que hará el próximo miércoles: convocar una consulta a la militancia para que los inscritos avalen una salida al dilema. ¿Debe competir Podemos contra Más Madrid, como anunció el propio Iglesias con aquel 'Íñigo no es Carmena', o bien debe plegarse a la petición de barones y aliados -IU, Equo- que prefieren "cooperación" y "templanza"?

LOS INSCRITOS

El secretario general tiene potestad para convocar ese referéndum y amenazar, si quiere, con dimitir si su opción no gana. Los inscritos siempre le han salvado, aunque con un respaldo decreciente. En la última consulta, la del chalet -que no fue auditada- el 31,5% votó en su contra, una cifra nada despreciable para un censo controlado y "actualizado" -interpretación libre-.

Ojo. La consulta a las bases no es la única opción para un líder especialista en golpes de efecto. La convocatoria de primarias exprés para sustituir al dimitido jefe de Madrid, Ramón Espinar, e impulsar la candidatura contra Errejón o alguna eventual destitución por la deriva del partido no se puede descartar a cuatro días del encuentro del Consejo Ciudadano Estatal. Se trata del máximo órgano de dirección sobre el papel, pero que ha quedado reducido al aplauso complaciente desde que quienes tuvieron el coraje de cuestionar el ‘no’ a la investidura de Pedro Sánchez fueron prácticamente acusados de traición.

Hubo un tiempo, también, en que Errejón creía que podía transformar la deriva de Podemos. Lo intentó con la candidatura de Rita Maestre para dirigir al partido en la Comunidad. Perdió por 2.000 votos. Lo volvió a intentar en Vistalegre 2 convencido de que con la radicalidad el partido se autodestruiría y salió derrotado. Purgaron a su gente, pero también ahí pidió contención a los suyos. Y sin embargo.

EL CAPOTE DE CARMENA

En el largo año de negociaciones para construir la candidatura a la Comunidad de Madrid, Errejón ha asumido que ya no puede recuperar a Podemos y que, quizá, ni siquiera le vale la pena. ¿Pudo hacer algo para evitar esa deriva o siempre tuvo Iglesias la pulsión del PCE que acabó emergiendo? La pregunta le acompañará siempre, pero el generoso capote de Manuela Carmena para volar con las alas de Más Madrid deja esa cuestión en un segundo plano. La alcaldesa ha ido acumulando desencuentros con Iglesias por sus formas y por el fondo, pero, además, necesita un gobierno regional que respalde sus proyectos.

El reto ahora para los progresistas es sumar para mantener el ayuntamiento de Madrid y conquistar una comunidad que lleva en manos del PP 23 años. PP y Ciudadanos se han apresurado a celebrar "la división" de las izquierdas y dan por hecha la victoria en ambas plazas. Es un secreto a voces el eventual pacto: PP asumiría la presidencia de la región (Isabel Díaz Ayuso) y Cs (Begoña Villacís) la vara de mando del consistorio, apoyándose mutuamente.

El PSOE teme también qué pueda ocurrir. El candidato socialista a la Comunidad, Ángel Gabilondo, podría llegar a un acuerdo con Errejón. La cuestión es que sumen. Y de momento no lo parece. También es cierto que los sondeos no recogen aún pulso electoral alguno y que queda por designar el candidato del PSOE al ayuntamiento.

En Madrid conviven, mientras tanto, las derechas felices, las izquierdas enfadadas y los progresistas que opinan que si tiene que arder Podemos, que arda.