El término ansar es polivalente en el mundo islámico. Su traducción literal sería "los defensores", o "los protectores", pero históricamente designa a los ciudadanos de Medina que acogieron en su hogares a quienes emigraron a la Meca junto con Mahoma y los mantuvieron y alimentaron hasta que obtuvieron patrimonio propio. Cuando los atentados del 11-M fueron supuestamente reivindicados por Yusef Belhadj, lo hizo en nombre del "ala militar de Ansar de Al Qaeda en Europa", y aquí ansar significa "los partidarios" y cobra la acepción de la enloquecida guerra santa y el fanatismo yihadista.

El término ánsar también es polivalente en el mundo occidental. Ansar era como George W. Bush llamaba a José María Aznar en los albores de su funesta amistad. En castellano, un ánsar es un ave de la familia de los palmípedos, como los patos y los gansos. Existen dos tipos: el ánsar común y el ánsar careto grande. Y el expresidente del Gobierno nunca ha sido, desde luego, un Ansar común.

El Gobierno de Ansar sabía pero no quería saber que la invasión ilegal de Irak pasaría factura. El Gobierno del PP condenó suculentas investigaciones policiales al limbo de la desidia pese al atentado de Casablanca, el asesinato de ocho miembros del CNI entre Nasiriya y Bagdag, y las reuniones fundamentalistas detectadas, en el 2003, en el zulo yihadista de Morata de Tajuña.

El propio instructor jefe de la Unidad Central de Información Exterior de la policía (UCIE), centrado en la investigación de grupos terroristas del Magreb, fijó el inicio de la amenaza yihadista contra España el 18 de octubre del 2003, tras uno de los comunicados del líder de Al Qaeda en Al Jazira. "Que Bin Laden nombre tu país parece suficiente advertencia", dijo el inspector. La amenaza se volvió "alarma crítica" no mucho después, pero los informes que elevó a sus superiores cayeron en saco roto. España era, según Ansar Al-Islam, "el eslabón más débil" de los países que participaron en la foto de las Azores, justo cuando el Gobierno de Ansar más se pavoneaba de su fortaleza económica. "Somos la octava potencia mundial", prologa aún hoy Rajoy cuando ataca a Zapatero. Tan fuerte en finanzas, tan débil en inteligencia.

Quien a estas alturas dude de que el odio a Aznar y los cadáveres civiles de Irak inspiraron el 11-M, tenía que haber visto la sonrisa que ayer lucieron durante la sesión Hasan el Haski y Yusef Belhadj, presuntos ideólogos de la matanza, cuando los policías que declararon como testigos se embrollaban en los vericuetos procesales.

Rabei Osman, el Egipcio, parecía estar repasando mentalmente las palabras que le grabó la policía de Milán el 15 de marzo del 2004: "Los países que apoyan a EEUU terminarán como Aznar, os lo juro, no digo mentiras, yo he vivido allí y sé que tras los hechos sucedidos en la estación de Atocha, todos, los árabes y los españoles, salieron a la calle llamando asesino a Aznar. Estoy inmensamente feliz de que haya caído el Gobierno del perro Aznar. Quien apoye al perro tendrá solamente un terremoto, y Madrid ha sido la prueba".

Terror contra justicia

Así son las pruebas del terror. Las otras pruebas, las que han de demostrarse en el marco del Estado de derecho, siguen su curso. El segundo inspector de la UCIE, que declaró como testigo protegido, se tambaleó al tratar de explicar los motivos de algunas detenciones, siempre con encausados menores, y en ocasiones no las justificó más allá de tráficos telefónicos, relaciones familiares o asistencia a oficios en las mezquitas.