España y Marruecos siguen sin cerrar definitivamente la crisis diplomática que ha degradado sus relaciones desde hace tres años. La visita del presidente español, José María Aznar, a Marraquech con motivo de la reunión de alto nivel ha demostrado que, pese a que se ha alcanzado un ambiente de no enfrentamiento, los grandes contenciosos bilaterales siguen sin resolverse y amenazan con volver a envenenar el clima en cualquier momento.

"Estoy muy contento por la buena relación que hay entre España y Marruecos ", dijo Aznar. Y apostilló: "Espero que esta situación dure mucho". Así, dejó entrever que el nuevo clima puede quebrarse en cualquier momento.

De hecho, los grupos bilaterales de trabajo sobre los contenciosos más polémicos (emigración, aguas territoriales y Sáhara Occidental) que se crearon para suavizar la crisis llevan ya casi un año sin conseguir que España y Marruecos acerquen posiciones. Según fuentes diplomáticas españolas, "se ha visto que en esos temas no va a haber acuerdo, y se ha preferido dejarlos de lado y trabajar en los asuntos que sí se pueda".

ESCASOS RESULTADOS Numerosos elementos permitían constatar que las cosas no habían ido del todo bien. El primero de ellos fue que durante la reunión se alcanzaron muchos menos resultados de los que se esperaban. No hubo acuerdo sobre delimitación de aguas territoriales. No obstante, el gran fracaso se produjo cuando el Gobierno marroquí sorprendió al dar marcha atrás en su compromiso y no querer firmar el memorando sobre la repatriación de menores.

Otro mal síntoma fue el hecho de que Aznar tuviera que hacer su rueda de prensa solo. A mediodía, fue recibido por Mohamed VI. La crisis bilateral larvó una antipatía mutua que pesó ayer. Aznar trasladó a Mohamed VI su preocupación por Alí Lmrabet, el periodista condenado por unas caricaturas.