El extesorero popular Luis Bárcenas ha hecho lo que ha querido en el PP hasta el último momento: cuando el verano pasado su secretaria general, María Dolores de Cospedal, quiso que abandonara el partido al ser imputado por el caso Gürtel , él se negó. Entonces se salió con la suya --con el apoyo de Javier Arenas-- y no se fue, provocando la desesperación de sus compañeros de filas. Y el pasado fin de semana, cuando decidió junto a su abogado y al diputado Jesús Merino (también imputado en el citado caso), que ahora le interesa más dejar su escaño en el Senado para dejar de ser aforado, optó por ningunear a su partido y difundir su renuncia a través del diario Abc , en vez de consultar con la dirección popular y enviar un comunicado a la prensa, como suele hacer el PP.

A estas alturas, a Bárcenas le importa poco dejar en evidencia al equipo de Mariano Rajoy, que se ha pasado los últimos días haciendo esfuerzos por convencer a la opinión pública de que el PP defendía, e incluso prefería que su extesorero mantuviera su condición de senador, aunque ya no fuera militante popular. Solo unos pocos, como el gallego Alberto Núñez Feijoo o el vasco Antonio Basagoiti, se atrevieron a sugerir en voz alta el sentir de la mayoría del partido: que Bárcenas haría menos daño al PP fuera que dentro de las Cortes. Pero, una vez más, ha sido Bárcenas el que ha manejado a su antojo sus tiempos y los de Rajoy.

EL FACTOR MERINO De hecho, Bárcenas y el diputado Jesús Merino (que también deja el Congreso) han sido durante muchos meses los únicos imputados en la trama Gürtel a los que se les permitía seguir militando en el PP. No obstante, había una diferencia: mientras Merino se había ofrecido, desde un primer momento, a dejar el partido, Bárcenas se negaba. Y como nadie se atrevió a echar a Bárcenas, se optó por pedir a Merino que aguantara hasta que el extesorero cediera a la presión, a fin de no subrayar aún más el privilegio en el trato respecto a otros populares involucrados.

Merino obedeció. Y ha tenido que ir adaptándose a la voluntad de Bárcenas. ¿Por qué no confirmó el extesorero a Mariano Rajoy y a Javier Arenas, en las conversaciones de hace casi quince días, que además del PP iba a dejar el Senado? Porque no quiso. De haberlo hecho, hubiera evitado a algunos relevantes dirigentes caer en el ridículo de defender, la semana pasada, que "lo mejor" era que Bárcenas fuera senador para, tan solo siete días después, sostener que "lo mejor" es justo lo contrario.

Pero la realidad es que, levantado ya el secreto sobre buena parte del sumario Gürtel, y en vísperas de que el Supremo hiciera lo propio con su investigación sobre Bárcenas y Merino, los abogados de ambos imputados han coincidido en que toca cambio de estrategia. O sea, ganar tiempo y capacidad de recursos en los tribunales.

El propio Bárcenas reconoce en Abc que, dejando el Senado, tiene la posibilidad de la doble instancia judicial y el recurso de amparo, de la que no pueden beneficiarse los aforados, al no existir una instancia jurisdiccional por encima del Tribunal Supremo. "Dejo el escaño para poder defenderme, para dedicarle todo mi tiempo y demostrar mejor mi inocencia. Ahora soy un ciudadano corriente: el Supremo deja de ser competente y ha de remitir las actuaciones al instructor del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM), Antonio Pedreira, para que lo incorpore al grueso del sumario".

Bárcenas, el que ahora busca más tiempo, es el mismo que hace un año pedía declarar voluntariamente porque iba a convencer a los jueces de su inocencia en unos minutos. El mismo que presume de que Rajoy nunca le ha podido marcar "los tiempos", y el mismo que sacó de quicio a De Cospedal al negarse a dejar el PP. Es igual. La dirección del partido se lo perdona todo ahora que les ha dado un respiro.