La sospecha de que el XI congreso de los populares valencianos celebrado este fin de semana en Castellón ha cerrado en falso la lucha por el poder se confirmó el lunes de la manera más cruda. La batalla campal que se desarrolló en Elche durante la votación de compromisarios para el congreso provincial de Alicante entre partidarios del presidente del partido, Francisco Camps, y de su antecesor, Eduardo Zaplana, evidenció que la herida sigue abierta.

Ayer, el propio Zaplana calificó el incidente de "intolerable" y evitó cualquier responsabilidad, "aunque algunos comenten lo contrario". Alicante es el último bastión zaplanista y Elche, la ciudad donde la lucha es más cerrada. El enfrentamiento ha derivado en odios personales desde que Camps nombró al presidente local del partido, Manuel Ortuño, subdelegado de la Generalitat en Elche, en un intento de controlar al grupo municipal, zaplanista.

El lunes, Ortuño acudió a la votación de Elche y ordenó paralizarla porque el censo estaba "hinchado" con 350 militantes sin derecho a voto. Los zaplanistas se negaron y la tensión estalló con la rotura a patadas de una urna, puñetazos e insultos.