La capacidad de Batasuna para movilizar a los suyos está bajo mínimos. Menos de 500 personas secundaron la marcha convocada la tarde de ayer en Bilbao contra el encarcelamiento de 17 de sus dirigentes. También las protestas promovidas por el sindicato LAB tuvieron una respuesta muy discreta. Lo único visible fueron los actos de violencia callejera, que se saldaron con dos detenidos en San Sebastián.

Que la izquierda abertzale pierde fuelle en el que ha sido su bastión fundamental, la calle, es evidente desde hace meses. Ni siquiera la detención de Arnaldo Otegi, el pasado junio, logró reunir a más de 1.000 personas en Elgoibar (Guipúzcoa). Después, las tradicionales marchas que la izquierda aberzale celebra cada verano en las capitales vascas tuvieron un eco muy limitado.

Y lo de ayer resultó un claro fracaso. Cinco minutos antes de la hora fijada para el inicio de la manifestación, no había ni 40 personas. Al final, fueron unas 500 las que corearon lemas contra el PSOE y a favor de Batasuna. La marcha llegó hasta la sede del PSE, protegida por la Ertzaintza, y finalizó sin incidentes.

El sindicato LAB se puso a la cabeza de la protesta por la "agresión contra el independentismo". Su secretario general, Rafa Díez, un referente en la izquierda aberzale, presidió la protesta a mediodía en San Sebastián.

Con un mensaje centrado en la más ácida crítica al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, al que acusó de adoptar "terapias propias del PP y del aznarismo", Díez estuvo acompañado de los dirigentes de Batasuna que están en libertad: Pernando Barrena y Marije Fullaondo.

La cita de LAB en Bilbao apenas reunió a 300 personas, la mayoría jóvenes estudiantes. En Vitoria, los congregados fueron aún menos y en Pamplona, un pequeño grupo se citó en la plaza del ayuntamiento y la policía les instó a disolverse.

Mientras, el último número del Zutabe, boletín interno de ETA, acusa al lendakari de recuperar su proyecto de consulta popular como "instrumento para una falsa confrontación con el Estado español". La publicación acusa al PNV, "30 años después, a estar dispuesto a ser una pieza principal en la estabilidad del Estado español".