El secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, ha defendido hoy la dignidad y la vida del ser humano "desde su concepción hasta su ocaso natural", y ha pedido para la misión de la Iglesia en el mundo la "misma actitud de respeto y autonomía" que ella muestra, ha dicho, hacia los poderes políticos.

En la conferencia "Los Derechos Humanos en el Magisterio de Benedicto XVI", el cardenal ha negado "injerencia indebida" de la Iglesia en la actividad legislativa, "propia y exclusiva del Estado", cuando aquella se pronuncia sobre problemas morales, sino que "afirma los grandes valores" de la vida humana y su dignidad.

La Justicia sólo puede alcanzarse con un previo respeto a los Derechos Humanos y a la dignidad natural de cada persona "con independencia de la fase de su vida en que se encuentre", ha recalcado. Bertone ha reiterado que la vida familiar está fundada sobre "el matrimonio de un hombre y una mujer, unidos por un vínculo indisoluble, libremente contraído".

Compete a los padres, "por derecho natural", la primera tarea educativa, ha asegurado, y deben ser respetados en "el derecho a elegir la educación para sus hijos acorde con sus ideas y, en especial, según sus convicciones religiosas". Presentado por el presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Antonio María Rouco, el secretario de Estado del Vaticano ha repasado la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que ha cumplido 50 años, y ha evocado declaraciones textuales de varios Papas, principalmente de Benedicto VI.

En relación con la enseñanza confesional de la religión en los colegios públicos, ha señalado que resulta "acorde con el principio de laicidad", pues "no supone adhesión ni, por tanto, identificación del Estado" con sus dogmas y moral, además de ser voluntaria. Bertone se ha referido a la libertad religiosa como derecho "primario e inalienable", y condición "primera e indispensable" para la paz.

"Querer imponer, como pretende el laicismo, una fe o una religiosidad estrictamente privada es buscar una caricatura de lo que es el hecho religioso", ha subrayado. Así, el Estado "no puede impedir la práctica pública de la religión sobre todo cuando la libertad religiosa contribuye de forma decisiva a la formación de ciudadanos auténticamente libres".

El Estado democrático, ha dicho, ha de reconocer la libertad religiosa y crear las condiciones para su efectivo y pleno ejercicio y ser "absolutamente neutral" respecto a todas las confesiones. Ha matizado que esta igualdad no significa "uniformidad", pues hay que tener en cuenta sus peculiaridades y arraigo cultural e histórico.

Ha indicado que los derechos humanos son "verdaderamente supranacionales" pues están "por encima de la política y también por encima del Estado-nación", y "ninguna minoría ni mayoría política" puede cambiarlos. "La comunidad humana está llamada a ir más allá de la mera justicia, manifestando su solidaridad a los pueblos más pobres, con la preocupación de una mejor distribución de la riqueza, sobre todo en tiempos de grave crisis económica", ha apostillado.