Parecía difícil, pero ocurrió. La semana en la que el Gobierno podía celebrar su victoria en el primer examen de presupuestos ha concluido con una nueva su victoria en el primer examen de presupuestosagitación en el PSOE por el apoyo de Bildu. Ruido ambiental potente que da cuenta del malestar y del desagrado que en parte de las filas socialistas se siente por la compañía de Arnaldo Otegi.

Lo han verbalizado ya varios barones, el último, y de forma contundente, Emiliano García-Page, ayer en la SER: «Lo de Bildu no tiene un pase». Pero el desasosiego es compartido por otros altos cargos y por miembros del Gobierno. La dirección ha intentado taponar la grieta, muy ofuscada esta vez por unos comentarios que entiende como «inoportunos». Sí comparte, y aquí sí hay mayor consenso, la incomodidad por la «exhibición» que Pablo Iglesias hizo del anuncio de Bildu, el pasado miércoles. El hecho de que se apresurase a proclamar a los independentistas vascos como integrantes de la «dirección de Estado» y que empuje y empuje para sacar a Cs de la negociación presupuestaria.

La suma de todos esos elementos ha sido gasolina dentro del PSOE. La cúpula de Pedro Sánchez está habituada a que se desmarquen dos presidentes, el de Castilla-La Mancha, García-Page, y el de Aragón, Javier Lambán. Este último, de hecho, ya había dicho el martes que le resultaba «inquietante» ERC como socio.

El giro de guion se produjo el miércoles, cuando la cúpula se vio sorprendida por los tres tuits que escribió Guillermo Fernández Vara, cuando advirtió de que le resultaba «doloroso» que Bildu pintara. El jefe de la Junta de Extremadura es un dirigente reconocido por su lealtad indubitada a Sánchez. El secretario de Organización, José Luis Ábalos, le pidió en privado que se contuviera.

El apoyo de Bildu, uno de los ejes del debate de totalidad en el Congreso, fue también reprobado, de modo más sutil, por el presidente asturiano, Adrián Barbón, sanchista inequívoco. «No es plato de buen gusto» un acuerdo con los aberzales, dijo el jueves en Onda Cero. El siguiente escalón lo subió Page en la SER. Al barón castellanomanchego también le duele la influencia de los morados.

«Todo esto que está pasando -señaló- no responde a convicciones del PSOE, es comulgar con ruedas de molino a lo que nos obliga Pablo Iglesias». Lo que le irrita es el «tacticismo permanente», porque «todo el mundo sabe en España que los presupuestos son la clave de bóveda de aguantar toda la legislatura». «Veo con preocupación que Podemos nos marca la agenda y nos arrastra a una esquina del tablero político que está muy fuera del sitio habitual de las grandes mayorías del PSOE», agregó.

«Es gente que vive permanentemente irritada -replican con enfado en Ferraz-. Aquí los del PSOE defendemos sacar los PGE adelante. Si quieren ayudar, que se pongan a sumar y dejen de importunar, que tenemos mucho trabajo». Sánchez obvió la polémica durante su visita a Pamplona, en la que fue recibido con abucheos. «Entre avanzar o quedarnos como estamos, el Congreso da un paso y decide avanzar. Con ello, España dice adiós por fin al pasado», señaló.

En la cúpula se reconoce, no obstante, que quizás faltó «pedagogía», explicar que este episodio iba a llegar y que hay que «normalizar» a Bildu, palabra que empleó Ábalos. Todo habría sido más sencillo, dicen, sin la ostentación de Iglesias. «Claro que no gusta», sentencia un barón, «está claro que hay un componente emocional, pero les dijimos que o bombas o votos, y ahora no podemos echarnos atrás».

«Todo sería más fácil si el PP fuera más sincero y ayudara», dice otro. Todos coinciden, no obstante, en que lo prioritario es salvar los PGE.

MIMADOS POR LA MONCLOA / Los socialistas insisten en que intentarán no perder a los naranjas para los PGE, también porque quieren mantenerlos cerca, por lo que pueda pasar en el futuro. En la dirección de Cs no se esconde la buena relación que se ha creado con la Moncloa durante la alarma y en estas semanas. Altos cargos de Cs se sienten cuidados por algunos ministros y algunos colaboradores de Sánchez, y creen que están mimando a Inés Arrimadas porque quieren ayudar a Cs a reconstruirse y que se convierta en un verdadero partido bisagra por si le puede ser útil a medio plazo. Por si puede ser el recambio del tándem Podemos-ERC.

Arrimadas lleva semanas pidiendo a Sánchez que opte por la «vía moderada de Cs», pero los naranjas saben que obligaría al jefe del Ejecutivo a abandonar el «bloque de izquierdas» que lo invistió y entrar en el pantanoso mundo de las abstenciones. El PSOE tiene 120 diputados, por lo que necesita el apoyo de varios grupos para tirar la legislatura adelante.