El secretario general del PP, Angel Acebes, empleó ayer la a veces eficaz táctica de poner el foco en otra pista del circo para esquivar la incómoda polémica que en el PP ha causado la boda gay oficiada por el alcalde Alberto Ruiz Gallardón. El interés despertado por la boda --los contrayentes eran, además, también militantes del PP-- es solo una maniobra del PSOE para "distraer la atención" de cuestiones más importantes, como el colapso del aeropuerto de El Prat. "Quieren intentar airear lo más posible otros temas para desviar la atención. Comprenderán que yo no participe", se excusó Acebes para evitar las preguntas.

Pero, lejos de ser una excepción, la iniciativa de Gallardón ha abierto vías de agua en el PP de diámetro diverso. La exalcaldesa de Málaga y exministra Celia Villalobos, por ejemplo, asistió a la boda. El presidente del partido en Cataluña, Josep Piqué, lejos de realizar una dura condena de la actitud del alcalde zanjó la cuestión con una ambivalente frase: "la ley está en vigor y hay que cumplirla".

Ayer, en términos similares se expresó el portavoz del PP en el País Vasco, Leopoldo Barreda, pues concluyó que el hecho de que un alcalde aplique la ley "realmente no infringe ningún precepto democrático". Con todo, no se alejó de la ortodoxia de la dirección popular y se refirió a que la ley está recurrida.