El secuestro del Playa de Bakio ha borrado de golpe el glamur que podían tener las historias de piratas. Los bucaneros de este siglo siguen siendo igual de violentos que sus predecesores y están mejor organizados. El alfanje, el mosquete, la daga, el garfio y el catalejo han dado paso a los lanzagranadas RPG, los rifles de asalto AK-47, las lanchas rápidas y los teléfonos por satélite. Los piratas del siglo XXI cuentan hasta con información de inteligencia gracias a los datos sobre los barcos y la mercancía que les dan oficiales portuarios corruptos.

Quienes más saben de los filibusteros actuales son los dirigentes de la Oficina Internacional Marítima (OIM), un organismo que nació en 1992 para poder asistir a los armadores y a los marineros que se encuentran en situaciones límite como los del Playa de Bakio . La OIM elabora un mapamundi semanal con las incidencias registradas en todos los océanos.

Advertencias desoídas

Entre enero y marzo se produjeron 49 ataques: 36 embarcaciones fueron asaltadas y una secuestrada. Hubo seis rehenes y una persona murió. Números inaceptablemente altos y eso que más del 30% de los ataques no se declaran. Según la OIM, los pequeños empresarios no saben a quién dirigirse y los grandes armadores prefieren ser discretos para no ver aumentar las primas y no hacer temblar a sus accionistas. Lloyd´s, la principal aseguradora del sector, recomendó hace dos años que los riesgos a los que se exponen las embarcaciones dejen de incluirse en pólizas normales y se trasladen a las pólizas que cubren los daños de guerra.

Pero, ¿por qué las empresas desoyen las advertencias de la OIM y de otras instituciones y siguen acercándose a las aguas del Cuerno de Africa? "Porque gracias al Canal de Suez se evita dar el rodeo al continente, y eso significa mucho dinero", dice un portavoz de la OIM.

Armadores surcoreanos, japoneses, chinos y españoles prefieren el riesgo de encontrarse piratas a lo largo de los 3.700 kilómetros de Somalia mientras naveguen por unas aguas fértiles. El Playa de Bakio estaba fuera de las aguas del país africano, pero la infraestructura de los piratas es tal que cuentan con barcos que les permiten actuar hasta a 400 millas de la costa.

Los filibusteros somalís son los segundos más activos, después de los indonesios, y especialmente peligrosos. En los últimos tres años han atacado hasta a tres buques de la ONU que llevaban alimentos a su país, en guerra desde 1991.

A diferencia de la piratería del Pacífico, donde los bucaneros se quedan con las numerosas embarcaciones de lujo que pasean por sus aguas para venderlas, la somalí lo que quiere es dinero. Por eso permite que los rehenes hablen con sus familias, los deja en el barco --a resguardo de otras mafias-- y facilita el pago del rescate con una red de abogados y de banqueros en el Reino Unido y países del Golfo Pérsico.