En torno a su figura parece girar todo el entramado del terrorismo islamista en España. Cada célula se organiza alrededor de un líder espiritual que controla al grupo de adeptos dispuestos a convertirse en bombas suicidas. Ese es el papel que desempeñó Iman Eddin Barakat, Abú Dahdah , en la red española de Al Qaeda desarticulada por el juez Baltasar Garzón en noviembre del 2001. Pero el papel de Abú Dahdah trascendió a ese grupo y poco a poco se va conociendo que muchos de sus seguidores aparecen implicados en otras células islamistas.

Iman Eddin Barakat nació en Siria hace 38 años. En 1986 se casó con una española con la que tiene cinco hijos, y se afincó en Madrid. Regentaba un comercio de telas, negocio que completaba con trapicheos. Todo ello no le permitía, sin embargo, un alto nivel de vida, ni mucho menos costear sus continuos viajes al Reino Unido, Jordania, Turquía e Indonesia.

Las sospechas

Ese fue uno de los motivos por los que despertó la sospecha de la policía, pero no el único. Abú Dahdah se convirtió en asiduo de la mezquita madrileña Abu Baker, una de las más radicales, y empezó a destacar por sus enfrentamientos con el imán y por reunir a jóvenes a los que distribuía panfletos de grupos fundamentalistas, como el GIA argelino o el Hamás palestino, y comunicados de Bin Laden.

Sus dotes de persuasión y convicción le permitieron aumentar su círculo e influencia. En julio del 2001, adoctrinó a Mustafá Maimuni, ahora preso en Marruecos por su relación con el atentado de Casablanca del 2003. Un año antes, Maimuni fundó dos células islamistas en Marruecos y Madrid, según consta en las investigaciones de Garzón sobre las actividades la célula islamista que iba a volar la Audiencia Nacional y otros edificios de Madrid.

Otro de los discípulos aplicados de Abú Dahdah fue Jamal Zugam, autor material del 11-M. Este marroquí vendió las tarjetas que activaron los teléfonos móviles que estallaron en los trenes de Madrid. El jefe de la célula española también instruyó a otros implicados en esa masacre, como Serhane ben Abdelmajid, el Tunecino , y Allekema Lamari --ambos suicidas en Leganés--, Said Berraj, en paradero desconocido, y Rabei Osmán, el Egipcio , detenido en Italia también como uno de los cerebros de la organización de los atentados de Madrid.

El comisario Rafael Gómez Menor, experto en terrorismo islamista, no ha dudado en calificar a Abú Dahdah de "autor material" del 11-M. Una acusación que el afectado niega, ya que insiste en que él es un intelectual, en ningún caso se considera un terrorista. Sin embargo, su liderazgo le llevó también a elegir a nuevos combatientes, que recibieron cursillos de entrenamiento en campos militares de Afganistán e Indonesia, antes de repartirse como muyahidines a Bosnia, Chechenia, Afganistán e Indonesia.

Abú Dahdah era un ávido lector de periódicos. Cuando fue detenido, la policía halló en su casa numerosos ejemplares de El País, Abc y la revista Tiempo, y un "pedazo de papel de color marrón, con una poesía escrita en árabe, dedicada a los niños que lanzan piedras contra los judíos en Palestina", según narra el sumario.

Conversaciones en clave

Siempre cuidaba de su seguridad. Por ejemplo, restringió el uso de sus teléfonos (el móvil y el fijo instalado en su domicilio) y sólo se comunicaba desde cabinas y locutorios. Además, usaba claves en sus conversaciones e interrumpía las llamadas cuando su interlocutor hablaba más de la cuenta. También era un hábil conductor para evitar los seguimientos policiales.

La frenética actividad captadora de Abú Dahdah cesó de golpe en noviembre del 2001, cuando fue detenido en Madrid e ingresó en la cárcel de Soto del Real. El 12 de abril fue trasladado al penal de Mansilla de las Mulas (León) para evitar que coincidiera con los internos implicados en el 11-M. Pese a que su comportamiento es impecable, Instituciones Penitenciarias le destinó a un módulo de máxima seguridad para evitar su contacto con otros presos. Come en su celda, que no comparte, y no puede ir a zonas comunes. Sólo se le permiten visitas de familiares y abogados.

Aunque ya no podrá seguir captando adeptos para engrosar las filas de Al Qaeda, los expertos en terrorismo islamista no dudan de que otro hará su labor. Y calculan que en España hay un millar de islamistas muy radicalizados, susceptibles de cometer atentados.