El regreso de Aminetu Haidar al Sáhara Occidental, el jueves pasado, ha abierto un nuevo frente al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero: crece el número de grupos juveniles de El Aaiún que, a raíz del caso de la activista, exigen a la diplomacia española una denuncia explícita de las violaciones de los derechos humanos en su territorio y reclaman un impulso definitivo al referendo de autodeterminación. Dichos colectivos exigen también la "recuperación de la memoria" después de un siglo de convivencia con el pueblo saharaui y una posición "intransigente" hacia la oferta de autonomía que Marruecos ha presentado para la región. Así las cosas, el caso Haidar no solo ha desempolvado un conflicto histórico que parecía guardado en el cajón de los olvidos, sino que, además, ha motivado que jóvenes saharauis --que nacieron plegados a la corona marroquí y tomaron el relevo de la lucha pacífica a la vieja guardia-- regresen estos días a la calle, mucho más envalentonados que nunca.

La conocida como la madre saharaui ha dado vitalidad a una causa que tiene como principal objetivo "hacer mucho ruido" en España, país al que siempre vieron como un pueblo hermano y "no como colonizador", según comenta el activista Simo, para quien la ocupación de hoy sí es "violenta". "Los saharauis son reprimidos casi a diario; discriminados en la calle, en la escuela, en el hospital... Queremos que España vuelva para protegernos", proclama otro muchacho, Hamdi, de apenas 26 años. Pese a su juventud, conoce su pasado al dedillo y dice ser consciente de la responsabilidad histórica y moral de España, que abandonó el territorio hace ahora 35 años.

Hamdi pertenece a esas nuevas generaciones de la lucha pacífica, que han puesto sobre el tapete al Ejecutivo español reivindicaciones que pasan por la recuperación de la memoria. Y denuncian que el reino alauí, dentro de su estrategia anexionista, ha levantado en el Sáhara Occidental ciudades para poblar solo con marroquís y así "acabar" con la identidad saharaui. En el seno familiar saharaui, siempre surgen sentimientos de nostalgia mezclados con desdén ante "el olvido" español.

Por ello, los jóvenes saharauis exigen a la antigua colonia española que corrija el que consideran uno de sus mayores errores: los acuerdos tripartitos de Madrid de 1975, que fueron un regalo para Marruecos. La Marcha Verde y la posterior anexión del Sáhara Occidental se consolidaron. "En esos acuerdos se dijo que la Administración se ofrecía para 30 años, y ese tiempo ya ha expirado. ¿Por qué no venís a recuperar vuestro territorio?", pregunta preocupado Hamdi.

PERIODISTAS VIGILADOS Un vehículo persigue sin disimulos a esta redactora hasta la salida de El Aaiún. Las entrevistas con los jóvenes activistas se realizan sobre una duna, lejos del ojo avizor. En la ciudad, los saharauis no pueden entrar o salir de sus viviendas sin antes ser sometidos a interrogatorios por parte de la policía marroquí. La resolución del caso Haidar hirió tanto la sensibilidad de Marruecos que "ahora llegará más mano dura", augura Simo. Sus dos compañeros asienten. Ninguno se estremece por lo que se avecina, aunque sufrieron en su piel los diferentes métodos de la tortura tras la Intifada del 2005, en la que participaron. "Me da igual morir, mira Haidar. La pueden destruir, pero no vencer", dicen.

Los hijos de Haidar rechazan las armas porque su pueblo es de "paz", pero si el Frente Polisario los llama a la guerra, acudirán. "Cuando perdamos la confianza, tomaremos las armas".

Mientras, el Gobierno marroquí ha vuelto a reaccionar ante las protestas pacíficas en El Aaiún con detenciones de varias horas de duración y un incremento general de la represión. Los saharauis que viven cerca de Haidar tienen sus casas selladas por las autoridades.