La segunda semana de octubre, a las puertas de la publicación de la sentencia del 'procés', el gabinete presidencial contuvo el aliento. Durante todo el mes de septiembre el PSOE ya había ido constatando en las encuestas cómo Pablo Casado experimentaba una sólida remontada a lomos de una sobrevenida moderación, mientras los socialistas no acababan de despegar, clavados en torno a los 123 escaños conquistados en las generales de abril. Pero a pocos días del fallo del Tribunal Supremo los 'trackings' internos les sumieron en el espanto. Pedro Sánchez caía 10 escaños. La clave para salvar la campaña iba a estar, como sus colaboradores habían previsto, en la respuesta del Gobierno a la amenaza del independentismo echado a las calles por la conmoción de las penas de prisión a sus líderes.

El presidente debía gestionar la crisis como un líder que garantiza la estabilidad, en un difícil equilibrio de moderación: sin ceder a la "empatía" con los separatistas que plantea Pablo Iglesias ni con la 'mano dura' que le pide la derecha. Modular esa respuesta está resultando complicadísimo, por los disturbios en las calles de Barcelona y los nuevos órdagos lanzados por Quim Torra -una investigación a los Mossos y otra resolución que sitúa a los miembros de la Mesa del Parlament al borde de la desobediencia-. Aun así, el pulso de las encuestas parece reactivarse. Según fuentes socialistas, la polarización ocasionada por los altercados ha desencadenado un crecimiento del PSOE, del PP y de Vox, nutridos por las fugas de electores de Ciudadanos. Hasta dónde llegarán esos aumentos, está por ver.

DEBATE CLAVE

De momento, la semana arranca este lunes con la presentación de los programas de los dos principales partidos. Sánchez ha multiplicado sus mítines en las últimas semanas y tiene una agenda con dos o incluso tres actos diarios. Este ritmo continuará hasta el final, con discursos atravesados por Cataluña en los que el líder socialista envía constantes avisos a Quim Torra. La exhumación de Franco, los riesgos del frenazo económico y las pensiones están también presentes en esas intervenciones, pero Sánchez sabe que la crisis catalana es, de lejos, la que mayor impacto puede tener en unos votantes que están todavía desactivados. Las encuestas sitúan la indecisión en torno al 30% y es a ellos a quienes busca enganchar. El debate electoral que se celebrará el lunes 4-N, asumen sociólogos y politólogos, será clave para activar el voto.

Los socialistas saben que ese formato no es el fuerte de Sánchez, pero confían en que su "templanza" y "moderación" en Cataluña frente al independentismo violento potencie su imagen presidencial y le sitúe como única alternativa posible para seguir en el Gobierno. Si consigue una diferencia amplia por delante del PP, sería posible apretar a Casado para que conceda una abstención. Aunque, admiten voces socialistas, la derecha suele obtener más rédito en crisis como la catalana, hay margen para que Sánchez logre una remontada activando a votantes desencantados en la recta final.

PRUDENCIA

En el PP intentan no caer en el triunfalismo. Volver a la cifra de los 100 escaños después de caer a 66 en abril sería un regalo para Pablo Casado, cuyo liderazgo se cuestionó en primavera. Tras corregir su escoramiento a la derecha por el miedo a Vox, inició octubre ya asentado en su nuevo perfil de moderación. Pidió a los suyos que evitaran hablar de Franco y que fueran prudentes al comentar el ‘procés’. Su intención era dedicar muchas horas de mítines a la economía, al cambio climático y a las pensiones y a advertir de la mala gestión del PSOE. Quería marcar distancias de Ciudadanos y Vox y vender experiencia, pero los violentos disturbios le han obligado a abordar de lleno el desafío territorial.

Su respuesta no ha sido el 155. Casado solo ha dado luz verde a Cayetana Álvarez de Toledo para que lo reclame, con el objetivo de no volver a quedarse solo con un escaño en Cataluña y recuperar votos de Vox. El líder del PP se ha centrado en exigirle a Sánchez que aplique la ley de seguridad nacional, para “quitarle” el mando a Torra de los Mossos, y también le ha pedido que le mande un requerimiento, de acatamiento de la Constitución, un paso necesario para aplicar, más tarde si fuera necesario, el 155.

El sucesor de Rajoy intenta que cualquier comentario tenga un “mensaje en positivo” o "constructivo", señalan sus asesores. Por ejemplo, da cifras del coste del 'procés' y del daño al mobiliario urbano y recuerda la etapa de los Juegos Olímpicos.

DEBATE CLAVE, OTRA VEZ

En este sentido y, pese a las algaradas, Casado ha evitado hacer bandera de la ilegalización de los “partidos que promuevan la violencia”, algo que pidió cuando era vicesecretario de Comunicación con Rajoy. Fuentes de su equipo aseguran que la medida está incluida en el programa. Sin embargo, no la ha blandido porque quiere aparecer como un “hombre de Estado” con propuestas “razonables” y distanciarse de Ciudadanos, que pide cada día el 155 y asegura en un vídeo electoral que tanto el PSOE como el PP se entenderán el 11-N para vaciar las cárceles de los condenados por la Gürtel, la Púnica, los ERE y también los dirigentes del 1-O.

En Vox, la exhumación de Franco y la sentencia del ‘procés' le han facilitado su campaña. Su obsesión, como admite un alto cargo del partido, es no cometer “ningún gran error” y que Santiago Abascal tampoco se equivoque en su primer debate. Ese programa en la televisión es la gran baza con la que cuenta Unidas Podemos para no hundirse en las encuestas, alentados por la intervención de Pablo Iglesias en el debate de abril, que fue un revulsivo para su electorado.