El eco de los silbidos, abucheos e insultos contra el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que el martes empañaron los momentos más solemnes de la fiesta del Doce de Octubre en Madrid tuvieron ayer su réplica en el Congreso. El Gobierno pretende silenciar la pitada para la próxima edición después de que hasta el Rey y el Príncipe reprobaran por primera vez que el desfile militar se convierta en una especie de insultódromo en el que no se respeta ni el silencio que merece el homenaje a los muertos.

La artífice de la iniciativa fue la ministra de Defensa, Carme Chacón, que iniciará una ronda de encuentros con los partidos de la oposición con el fin de consensuar un nuevo protocolo que termine con unos silbidos que ella misma calificó de "intolerables". Ni Chacón ni su equipo quisieron concretar de qué manera pretende el Gobierno acabar con una pitada que ya se ha consolidado en los últimos años.

Fuentes del Ejecutivo aseguraron que Chacón y la vicepresidenta María Teresa de la Vega serán las encargadas de reunirse con los partidos de la oposición y tratar de pactar ese protocolo que obligue al respeto de los asistentes. Pero, ¿cómo se obliga a la gente a callar? La lógica indica que solo hay una forma de no escuchar los pitidos, y pasa por alejar al público de la zona de autoridades. En Cataluña ya lo hizo el Gobierno en la ofrenda floral a Rafael de Casanovas de cada 11 de septiembre. Ante las reiteradas pitadas e incluso lanzamientos de objetos de los independentistas, los Mossos alejaron al público de la estatua. La medida rebajó la tensión, como recordó ayer el president José Montilla.

DIFICIL CONCRECION Pero en Madrid la ceremonia es diferente y será complicado justificar un desfile militar con tanta tradición como el del Doce de Octubre sin público o alejado este de las tribunas donde asisten los miembros de la familia real, una de las atracciones del acto. El PP no tardó en ver que la arriesgada iniciativa tenía una fácil respuesta: "Es surrealista", se limitó a decir Mariano Rajoy, desde Puertollano, claramente incómodo al tener que comentar un espinoso asunto que podría malinterpretarse, como si sus críticas dieran pábulo a unos abucheos que él también censura. Su entorno, sin embargo, sí indicó que a Chacón se le podía haber ocurrido antes la idea de consensuar un reglamento para el desfile, o "cuando se producen agravios contra la bandera española en lugares como Cataluña".

El eco de los silbidos también se escuchó en el Congreso. No hubo político que no tuviese una opinión. Si era del PSOE, el interpelado decía que aquello no se podía consentir. Si era del PP, señalaba que Zapatero, en el fondo, se lo había ganado. "La derecha y la derecha extrema utilizan cualquier oportunidad para lanzar gritos contra el presidente, pero ya estamos acostumbrados a que no respeten ni siquiera el homenaje a los fallecidos", señaló José Blanco, ministro de Fomento. Desde el otro lado, Vicente Martínez- Pujalte, diputado popular, aseguró que el presidente "se lo merece por los cuatro millones de parados".

El insultado, en cambio, trató de conciliar la libertad de expresión y la debida deferencia a un acto tan solemne como el del Doce de Octubre. "Los que expresan una y otra vez una posición tienen lógicamente el derecho, pero deberían mantener el respeto", declaró Zapatero.