El 31 de mayo del 2009, el líder de CiU, Artur Mas, enterró su antiguo idilio con José Luis Rodríguez Zapatero, al que llamó "Pinocho" por sus "mentiras" sobre el desarrollo del Estatuto de autonomía. El semestre que siguió a esas palabras, pronunciadas en la campaña de las elecciones europeas, ahondó el distanciamiento de CiU con el Gobierno en las Cortes, con el rechazo de la federación al nuevo modelo de financiación autonómica y el veto a los presupuestos generales del Estado para el 2010 como puntos álgidos.

Ayer, el portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran Lleida, certificó la nueva etapa de colaboración con el presidente "mentiroso" ante el beneplácito del PSOE, la preocupación contenida del PSC y la aquiescencia obligada del PP.

Los primeros, porque atisban el retorno de su veterano socio preferente (hasta después de los comicios autonómicos del próximo otoño en Cataluña no podrá ser estable) para tejer "acuerdos puntuales" y superar su actual minoría parlamentaria.

VOTO DE INVESTIDURA Los segundos, porque no tienen más remedio que aceptar cualquier apoyo que permita al Ejecutivo salir de la crisis, pese a que resucite el fantasma del abrazo entre Zapatero y Mas que acabó con la carrera política del entonces president Pasqual Maragall.

Y los terceros, porque si CiU recupera a final de año, en las elecciones autonómicas, el poder en Cataluña, es posible que necesite al PP para la investidura. Un primer paso para reeditar en el futuro, si Rajoy llega a su vez a la Moncloa, colaboraciones también de buen recuerdo para los populares en la gobernabilidad de España.

En resumen, aunque casi nadie dudaba ayer en la Cámara baja de que este cambio de actitud de nacionalistas y socialistas ha de leerse en clave estratégica electoral, todos reconocieron que es de difícil réplica por parte de los adversarios y promete reportar a CiU grandes réditos en favor de su faceta más moderada y de partido de Gobierno.

AFECTO MODERADO Consciente de ello, Zapatero moderó sus gestos de afecto a Duran, aunque tras constatar los numerosos puntos de coincidencia entre las medidas presentadas por el líder de UDC y sus propuestas económicas, se vio obligado a reconocerlas. Y a confiar en que ambas partes empiecen "pronto" a "trabajar juntas", en el marco de la nueva comisión negociadora. "Le agradezco su coherencia y el tono de la intervención, en especial en su apelación responsable a la solvencia de la deuda española", le dijo el presidente al dirigente nacionalista.

"Demandamos consenso y nos alegra que usted lo proponga. Vamos a ver qué da de sí", había indicado con anterioridad Duran Lleida. Las reticencias sobre el resultado final del reencuentro son mutuas, aunque con excepción de la subida de impuestos y la prioridad por la paz social del Gobierno, la sintonía es buena y promete acuerdos.