"Se hizo lo que se tenía que hacer". De esta guisa justificó Jordi Pujol, sin esconder una mueca de desagrado en su rostro, el apoyo de CiU al ajuste del Gobierno el jueves pasado. Tanto Pujol como el resto de líderes nacionalistas, Artur Mas y Josep Antoni Duran Lleida, se tuvieron que emplear a fondo ayer para convencer a su militancia. No tanto por haber "salvado" la economía española del colapso, que también, como por haber asegurado la supervivencia política de José Luis Rodríguez Zapatero, bestia negra de los nacionalistas, al menos por unos meses más. Incluso Pujol confesó que había recibido muchos e-mails y cartas con quejas y críticas por tal "exceso de responsabilidad".

Por eso los tres tenores de CiU centraron sus discursos en un multitudinario acto celebrado entre Gurb y Vic, en el centro de Cataluña, en dar las explicaciones pertinentes y dejar claro que no existe ninguna complicidad con el Gobierno socialista, y que solo se actuó así para evitar "un mal mayor". El más sincero fue Artur Mas, que admitió que "si alguien le tiene ganas a Zapatero ese soy yo", y el más hiperbólico Duran, que aseguró que con su abstención CiU había "salvado el euro y la economía europea", ya que la caída de España no podía resolverse "a la griega".

ULTIMO SERVICIO El dirigente democristiano dibujó el panorama terrible que esperaba a la economía española en caso de no aprobarse el decreto. En su opinión, se hubiera pasado de una economía "vigilada" por Bruselas a una "intervenida", como en Grecia, donde los ajustes han sido mucho más drásticos. Pero ante un público que se la tiene jurada al presidente del Gobierno desde el fiasco del Estatut, Duran no dudó en lanzarse directamente a la yugular: "Zapatero es un cadáver político, pero como cadáver tiene que hacer un último servicio, que es donar sus órganos a la sociedad y asumir sus responsabilidades".