Las imágenes, la manera de actuar de algunos jóvenes y el paisaje tras la tormenta traía a la cabeza lo sucedido en el barrio de Sants de Barcelona la última semana de mayo del 2014 tras el desalojo de la casa okupada de Can Vies. Contenedores quemados, incontables cargas policiales, carreras por las calles, escondites en las fincas y en los garajes, estupefacción de los paseantes. La respuesta a la sentencia judicial del 1-O mostró este martes su cara más cruda con una batalla campal en pleno Ensanche, muy cerca de la Pedrera, la ingobernable obra de Antoni Gaudí.

Todo empezó con una doble convocatoria a media tarde. Una de Òmnium y la ANC y otra de los CDR. En total, cerca de 40.000 personas, según la Guardia Urbana. El objetivo era protestar en son de paz ante la delegación del Gobierno, pero estaba fuertemente protegida. Era cuestión de tiempo. Bastaba con fijarse en los manifestantes más veteranos para calcular cuándo podían llegar los problemas. Empezaron a desfilar a sus respectivas casas sobre las 20 horas, y poco después empezaron a registrarse duras cargas policiales en Mallorca con paseo de Gracia. Como hace el agua cuando baja por el monte, los manifestantes fueron buscando acomodo en otros puntos de la manzana; de esa supermanzana urbana en la que no entraban ni coches ni peatones. Nuevas cargas en Provença con Pau Claris, donde todo parecía tranquilo, con cánticos y lemas, hasta que algunos grupos, siempre con el rostro cubierto y ropa oscura, empezaron a lanzar piedras, petardos, palos y botellas de cristal a los agentes parapetados al otro lado de la valla.

Hasta aquí

La Policía Nacional dijo basta y arremetió contra ellos. Pero la cosa no quedó ahí. Fueron ganando terreno y diseminando a los núcleos de manifestantes. Hasta llegar al cruce de Provença con Bruc y la Diagonal, donde las personas sentadas en una terraza no daban crédito a la presencia de un pequeño ejército de blindados policías entre las mesas del local, incluido el que portaba la polémica escopeta de pelotas de goma. Daba la sensación de que no tenían muy claro dónde estaban.

Los momentos de mayor tensión se vivieron en Mallorca con paseo de Gracia, donde la policía catalana cargó en tres ocasiones contra los manifestantes. Sin demasiado éxito, porque seguían firmes en su posición, incluso incrementando el nivel de resistencia con una hoguera y lanzamiento de vallas contra los vehículos policiales. La cuarta arremetida fue la definitiva, con el fuego de por medio y causando escenas de cierto pánico por el aplastamiento al que eran sometidas las primeras líneas de jóvenes, empujados también por la retaguardia para intentar mantener firme la posición.

Barricadas

La tarde se convirtió en noche, pero no con ello desapareció del todo la luz. En buena parte, gracias a las numerosas líneas de barricadas con contenedores en llamas colocadas por algunos de los grupos repartidos por las calles comprendidas entre Aragón y Jardines de Gracia y entre Rambla de Cataluña y Roger de Llúria. La más espectacular generó un incendio de diez metros de altura en Aragón con Pau Claris, lo que obligó a emplearse a fondo a un camión de apagafuegos que fue recibido al grito de "los bomberos serán siempre nuestros". Los Mossos d'Esquadra intentaron responder con ágiles idas y venidas de las furgonetas y con disparos al aire de proyectiles de foam, pero bastaba con que se retiraran un poco para que los grupos radicales regresaran a sus posiciones.

También, tras las maniobras de dispersión por parte de la Policía Nacional y los Mossos, un grupo nutrido de manifestantes que quería mantener viva la protesta quemó contenedores en Jardines de Gracia, zona en la que se enquistó el conflicto y barrio en el que algunas calles quedaron cortadas por la presencia en plena calzada de estas cajas que tanto sirven para el plástico, el papel, el cristal o el sobrante orgánico. Como sucedió en Can Vies, bajo la cercana y atenta mirada de los agentes, que iban administrando porrazos en dosis calculadas, tanto en potencia como en tiempo, para ir medrando al equipo contrario. Resultado: 37 personas heridas, motos quemadas e incontables contenedores (la eterna víctima en estas contiendas) convertidos en cenizas. Y la inquietud ante la escalada de la violencia.

Otras tensiones

Las barricadas se reprodujeron en Tarragona, Gerona y Lérida, en todos los casos ante las subdelegaciones del Gobierno. Las imágenes fueron casi calcadas a las de Barcelona. En Tarragona, los Mossos cargaron y dispararon proyectiles de foam contra un grupo de jóvenes encapuchados que arrojaban de todo. Los concentrados en Lérida rompieron el cordón policial y quemaron una bandera española. Idénticos enfrentamientos en Gerona, donde los concentrados lanzaron objetos contundentes contra los agentes. En total, el Sistema de Emergencias Médicas atendió a 74 personas, ninguna de gravedad, y las fuerzas policiales registraron 25 detenciones relacionadas con las movilizaciones por delitos de desórdenes públicos o atentado a la autoridad.