El sábado, durante la gran manifestación independentista, una pancarta sorprendía por su distancia con los mensajes que suelen salpicar este tipo de marchas. «Nos habéis enseñado que ser pacíficos es inútil», proclamaba. En una concentración organizada por Òmnium y la ANC, que se jactan de haber reunido durante años en las Diadas a cientos de miles de personas que no dejan «ni un papel en el suelo», el lema chirriaba. La pancarta desapareció al poco tiempo.

El autor del mensaje explicaba en Twitter su aventura poco después. «Hoy he ido a la manifestación con esta pancarta (un mensaje que se utiliza en las concentraciones de Hong Kong). Nos hemos puesto delante de todo, y gente de Òmnium y de la ANC nos han echado de la calle, literalmente», decía el joven.

Su caso es quizás un ejemplo del cambio que se ha producido en una parte del independentismo con respecto a la cuestión de la violencia. Desde que se conoció la sentencia del procés, jóvenes prendieron barricadas en las calles y se enfrentaron con la policía. A estas alturas, las cifras son alarmantes: durante los disturbios, ha habido más de 600 heridos -cuatro de ellos han perdido la visión de un ojo por el impacto de pelotas de goma, y otro es un policía en estado grave- y más de un centenar de detenidos.

El independentismo institucional ha tenido problemas para reaccionar ante este cambio de paradigma. Durante la primera semana tras la sentencia, en la que se vivieron los enfrentamientos más crudos, Quim Torra se empeñaba en no hablar de los altercados, y cuando lo hizo los atribuyó a «infiltrados». Solo ocho días después, y tras muchos llamamientos del Gobierno español, el presidente de la Generalitat condenó los actos violentos. En paralelo, Torra coincide con ERC y con varios diputados de JxCat en las críticas a la actuación policial.

El mismo comportamiento exhibe Carles Puigdemont. El fin de semana, el expresidente criticaba en el periódico ruso Komsomólskaya Pravda a la UE y la «represión del Estado». En cuanto a los disturbios, se limitaba a comparar lo sucedido en Barcelona y otros puntos de Cataluña con lo que pasa en Hong Kong.

Pero en otros ámbitos se celebra el comportamiento de los jóvenes. Ayer, varios dirigentes de la CUP se mostraban «orgullosísimos» de la «digna» respuesta de las calles a la sentencia del procés, que condena por sedición a nueve impulsores del 1-O y de la declaración unilateral de independencia. El candidato de la formación Albert Botran afirmó que la única violencia ha sido la de los cuerpos policiales, y calificó el comportamiento de los Mossos de «deleznable».

conflicto visible / Sin llegar tan lejos, la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, también ve virtudes en las imágenes de barricadas y cargas que se han visto estos días en Cataluña. En una entrevista en TV-3, consideró que la intensidad de las protestas «hace visible el conflicto catalán» en el mundo. «Estos incidentes que estemos en la prensa internacional de manera continuada», añadió, a la vez que hacía responsable de la situación a «la violencia del Estado», que ha condenado a líderes de un movimiento «pacífico y democrático».

Los esfuerzos del independentismo por poner el foco en la «violencia policial» -a pesar de que, en parte, proviene del cuerpo que gestiona la Generalitat- fueron evidentes en la comparecencia de ayer de Laura Borràs. La candidata de JxCat al 10-N eludió por dos veces preguntas acerca de la violencia. En su opinión, los disturbios provocados por los independentistas «continúan mostrando que hay un conflicto que el Estado no quiere resolver políticamente». Al tercer intento de los periodistas, y después de una disquisición acerca de qué se puede y qué no se puede considerar violencia, concedió: «Denunciamos siempre y condenamos siempre toda la violencia».