La Audiencia Nacional condenó ayer a 1.040 años de cárcel a cada uno de los tres terroristas que atentaron en diciembre del 2006 contra la T-4 del aeropuerto de Barajas. En total, 3.120 años de prisión. La explosión mató a dos ciudadanos ecuatorianos e hirió a otras 48 personas. El tribunal ha descartado que la declaración autoinculpatoria de Mattin Sarasola fuera obtenida bajo torturas y critica, además, que los acusados guardaran silencio durante la vista. En la sentencia, los jueces explican que la condena milenaria queda reducida a 40 años de cárcel sin posibilidad de obtención de beneficios penitenciarios. Los magistrados también han impuesto a los terroristas una pena de 10 años de alejamiento del aeropuerto contra el que atentaron.

EN PLENA TREGUA La Audiencia Nacional declara probado que los etarras recibieron el encargo de atentar en Barajas en septiembre del 2006, en plena tregua. En octubre se trasladaron a Madrid y el 23 de diciembre compraron un móvil con el que Igor Portu alertó en tres ocasiones de la colocación de la furgoneta bomba.

El 27 de diciembre robaron el vehículo y secuestraron durante tres días a su dueño, al que obligaron a llamar a su madre para tranquilizarla. El día 29 estacionaron la furgoneta en el párking de la T-4. Sarasola activó el mecanismo de iniciación de explosión de la carga. Para evitar ser identificado, se puso una gorra y una mascarilla en la nariz y la boca. La Guardia Civil lo detuvo junto a Portu el 6 de enero del 2007.

El tribunal tilda de "profusas" las declaraciones de Sarasola, quien contó su integración en ETA y en dos comandos. También dio "información detallada" del atentado e incriminó a Portu y al tercer condenado por su participación, Mikel San Sebastián.

Sarasola se negó después a ratificar su testimonio ante el juez y alegó que había respondido a las preguntas bajo torturas. Los jueces rechazan esa versión al considerar que las declaraciones son "verosímiles y contrastadas". Afirman, asimismo, que son "convincentes".

De hecho, la sentencia recoge una carta que envió el entonces número uno de la banda, Garikoitz Aspiazu, alias Txeroki, en la que afirmaba: "Las torturas falsas sufridas por Igor en mano del enemigo están en buen camino. Siempre hay que denunciar torturas y nunca ratificarse ante el juez".

CON ALEVOSIA Los jueces también desmontan las supuestas buenas intenciones de ETA al advertir de la bomba. En su opinión, esos avisos solo pueden ser interpretados "como una reivindicación que forma parte de la estrategia de la banda criminal". Por último, sostienen que los terroristas actuaron con alevosía ya que Sarasola recurrió a un disfraz para "garantizarse la impunidad".