Un lío. El confidente policial Rafá Zuhier consiguió ayer confundir a todo el mundo con su declaración embarullada. Durante su interrogatorio, insistió en que avisó a la Guardia Civil en el 2003 de que el exminero José Emilio Suárez Trashorras quería vender 150 kilos de explosivos a cambio de hachís. Versión que fue rotundamente desmentida, en la sesión de la tarde, por el exminero a preguntas del fiscal jefe, Javier Zaragoza.

Zuhier negó también que ETA tuviera algo que ver con la masacre, aunque admitió que había respondido a un cuestionario realizado al margen de la instrucción por el diputado del Partido Popular Juan Ignacio del Burgo durante el periodo de trabajo de la comisión parlamentaria del 11-M porque "el PP quería saber la verdad". La caótica declaración del confidente policial logró que el presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, perdiera los nervios. "Cállese de una puñetera vez", llegó a espetarle. El acusado no logró superar el duro interrogatorio del fiscal Javier Zaragoza, quien le preguntó si había cambiado su versión en sus tres declaraciones policiales y en las ocho judiciales, por dinero. Extremo que negó con contundencia Zuhier.

El contacto El imputado llegó a la sesión con la lección bien aprendida. Tras afirmar varias veces que era un delincuente común, contó que conoció a Antonio Toro --cuñado de Trashorras-- en la cárcel en el 2001 y que allí le habló del tráfico de explosivos. Posteriormente, acudió a la Guardia Civil porque "el tema de los explosivos" le pareció grave y estaba dispuesto a dar "la cara por este país". Por ese motivo, lamentó que no se hubiera evitado la matanza. "¿Qué culpa tengo yo si avisé a la autoridad?", se preguntó.

Según su versión, su contacto en la Guardia Civil le pidió pruebas. En febrero del 2003 recibió una muestra de explosivo que entregó a "la autoridad", y en verano de ese año, un detonador que le estalló en una mano en octubre. También contó que estuvo en septiembre y noviembre del 2003 en dos reuniones en las que el suicida Jamal Amhidam el Chino y Suárez Trashorras se entrevistaron con el objeto de comprar 60 kilos de hachís. Sin embargo, negó hasta la extenuación que en esa serie de encuentros continuados se hubiera hablado también de explosivos. "Todo el mundo sabía que Trashorras vendía explosivos y yo soy el único gilipollas que lo contó a la policía", insistió.

El confidente policial no pudo ofrecer una explicación convincente sobre el hecho de que no hubiera facilitado más información a la Guardia Civil entre enero y marzo del 2004. Sin embargo, tras la masacre de Madrid, se enteró, el 14 de marzo, a través de Toro que la matanza había sido obra de los "moritos". Pero tardó tres días en comunicar ese hecho a su contacto policial porque no había creído que "Amhidam fuera un terrorista".

Zuhier también desmintió que ETA tuviera algo que ver con la matanza, a pesar de que había declarado que Toro facilitó el nombre de dos etarras a su cuñado, Trashorras, cuando le visitó en la cárcel en el 2001. El imputado también explicó que no tenía intención de "perjudicar al PP ni al PSOE", pero admitió que contestó al citado cuestionario del diputado Del Burgo.

El grupo También negó que Amhidam formara parte de su grupo. "Sería un cabrón si los hubiera denunciado", enfatizó y negó conocer a los otros marroquís implicados. El imputado también acusó a la Guardia Civil de haberle pedido que no declarara que en el año 2003 ya les había avisado de la existencia de la trama de los explosivos para que no tuvieran que "comerse los 200 muertos".