Las noches electorales se recuerdan, especialmente, por sus imágenes. En 1982, la victoria socialista se identificó con una fotografía inolvidable que ha hecho historia: Alfonso Guerra levantando el brazo de Felipe González desde un balcón del Hotel Palace. Años más tarde, en 1996, José María Aznar, en su tercer intento, obtenía una victoria que se viviría desde el balcón de la calle de Génova, sede del Partido Popular, y que inauguraba una tradición llena de simbolismos y mensajes por descifrar. Por ejemplo, lo que se corea en la vía pública (¿recuerdan el "¡Pujol, enano, habla castellano!"?), quién sale al balcón y quién no, así como el orden de los presentes en relación al líder electoral. Todas estas cuestiones forman parte hoy del análisis habitual de la nomenclatura popular. Y ya en el 2004, la tarima de la calle de Ferraz, sede del PSOE, inauguró un nuevo espacio mediático y estético. Allí nació el "No nos falles".

Las fotos de la noche electoral del pasado 9-M se mantendrán en la retina de los ciudadanos más clara y definidamente que cualquier resultado del recuento final. Y, entre todas, las imágenes de las parejas, Sonsoles-José Luis y Elvira-Mariano, han ocupado un protagonismo merecido. A pesar de que las dos esposas han mantenido durante la campaña electoral un perfil de proximidad, huyendo del protagonismo mediático o político, su presencia en las comparecencias de los candidatos y maridos (y la comparación entre ambas parejas) humanizaba el momento de una manera excepcional.

La fotografía de Elvira es verdaderamente conmovedora. La prolongación de su abrazo, cogidos por la cintura, la posición acoplada de sus cuerpos, sus caídas de ojos, la cabeza de Elvira recostada sobre el pecho de Mariano, su mano acariciando suavemente su barriga entre los pliegues de la chaqueta (a la que él corresponde con un beso en la frente) y la emoción contenida dibujaban una escena de múltiples interpretaciones. Animo, sostén, consuelo, tristeza, solidaridad o amor... simplemente amor. Algunos han criticado su presencia en el balcón y su actitud porque hacía más evidente la derrota del candidato conservador y presagiaba una despedida gestual y corporal, corroborada por los besos al aire de Rajoy y su lacónico y enigmático "adiós" final. Fue, ante millones de personas, un momento íntimo, suyo.

La fotografía de Sonsoles en la noche electoral es totalmente diferente. Como lo son ellas dos. El encuentro con Zapatero se produjo como un saludo solicitado, como una felicitación contenida e inevitable. Estaba con él, no junto a él. Conscientes y limitados por la exposición pública, fue más un beso cariñoso que un abrazo intenso. En la foto destaca ella, no la pareja ni su relación. Sonsoles parece que va encontrando un estilo propio, con un gesto seguro y un vestuario muy personal que muestran un look muy contemporáneo. Se cambió para la ocasión, luciendo un interesante conjunto de connotaciones artísticas y musicales, contrastado con unos grandes brazaletes y broche combinado. Sonsoles reivindica la igualdad con su personalidad e independencia, sin renunciar a sus compromisos o proyectos vitales. Nadie se extraña, pues, que cantara a Händel y Bach en una actuación privada (concertada con muchos meses de antelación) en vez de escuchar, la misma noche, el segundo debate público televisado entre Rajoy y su marido.

Ellos ganaron o perdieron el recuento electoral el 9-M. Ellas, las dos, ganaron las emociones y las imágenes más intensas de aquella noche.