Sabía que le iba a doler. Pero se ve que la causa merecía el sacrificio. Mariano Rajoy tragó saliva y tendió a José Luis Rodríguez Zapatero su mano derecha. El presidente la estrechó con decisión y la mantuvo estrujada largo rato para deleite de los fotógrafos y desesperación del invitado, que aún toma antiinflamatorios para superar la lesión que le produjo en el dedo corazón aquel accidente de helicóptero.

Superada la prueba, el líder del PP no pudo reprimir una mirada a la mano maltrecha --¡es su derecha!-- cuando iniciaba la entrada al palacio de la Moncloa. ¿Habría merecido la pena?, parecía preguntarse. Desde la COPE ya le habían respondido un rotundo "no" a primera hora de la mañana. La otra derecha de Rajoy bramaba en las ondas contra este líder "acomplejado", que acudía a la Moncloa a dejarse "engañar" por el mismo "desalmado" (léase Zapatero) que en los últimos meses le "ha humillado, estafado e insultado con el Estatut de Cataluña". Federico Jiménez Losantos sólo ganó en audiencia, ayudado por esos inestimables altavoces de la crispación que son los taxis, crecidos ayer por la huelga de metro en la capital.

Pero Rajoy no usa el taxi y debió escuchar Radio Clásica en el trayecto al complejo presidencial. La víspera, Manuel Fraga le había prevenido contra la COPE. El caso es que llegó sonriente y subió las escaleras de la Moncloa con la misma deportividad que practicó en la partida privada con Zapatero.

No fue el único que puso el corazón en el momento. Zapatero entabló en seguida una conversación sobre las secuelas de aquel accidente de helicóptero, y se mostró comprensivo con el miedo a volar que atenaza aún al líder de la oposición. Como la cosa iba de conversación sincera, el presidente también abrió su alma al revelar que le inquieta la velocidad a la que ve aproximarse a sus hijas a la adolescencia. Ya sin la presencia de los fotógrafos, es de suponer que el interés por las inquietudes de ambos pasaran a un segundo plano. Y pasaran a la cuestión del día, o del año, o del siglo: el fin del terrorismo etarra.

En dos horas y media de charla cordial, Zapatero y Rajoy ensayaron "el principio del fin" de la etapa del "y tú más", que ha presidido la vida política en los últimos dos años. E inauguraron la más esperanzadora del "por mí no va a quedar", que apunta maneras de ser más útil para afrontar el proceso de terminar con 40 años de ETA.

Todo sea por la unidad

Ambos dieron pruebas de actuar de corazón. Concluido el encuentro, Zapatero ordenó habilitar la sala de ruedas de prensa del Consejo de Ministros para su invitado. Era la primera vez que se prestaba ese escenario a un líder de la oposición. Y es que todo esfuerzo es poco para recomponer la maltrecha unidad frente al terrorismo.

Rajoy cumplió con la deferencia de su anfitrión ofreciendo una versión amable de sus condiciones. Habló de "apoyo sin apellidos ideológicos" del PP al Gobierno para que acierte en la fórmula. E incluso dio crédito a Zapatero cuando negó haber contraído "algún compromiso con ETA". Sosegado y seguro, Rajoy parecía más cómodo que cuando acusó al presidente de "traicionar a los muertos".

Zapatero apareció muy sonriente, pero en seguida empezó a hacer frases llenas de subordinadas, de esas que se usan cuando se está abrumado por la responsabilidad y se quiere acertar con cada vocablo. Cuando habló con el corazón, atinó con el mensaje: "Después de dos años de diferencias notables, no va a faltar el esfuerzo del Gobierno y espero que ésa sea también la actitud del PP. Es un buen primer paso".