El relato de los acontecimientos que condujeron al asesinato de Federico García Lorca en la madrugada del 19 de agosto de 1936 es un rompecabezas que durante décadas ha obsesionado a historiadores, escritores, políticos y artistas. La narración se vuelve confusa a partir del momento en que una cuadrilla de facinerosos capturó al poeta en la casa de su amigo falangista Luis Rosales el 16 de agosto y lo llevó a la sede del gobierno civil de Granada bajo la acusación formal de ser un espía al servicio de Moscú.

Allí pasó 48 horas hasta que una conversación telefónica entre el gobernador civil, José Valdés Guzmán, y el general Gonzalo Queipo de Llano decidió su fatal destino. "Dale café, mucho café", dijo el militar.

Lorca fue trasladado a La Colonia, una villa en Víznar, cerca de Granada, donde pasaban sus últimas horas los condenados. En la madrugada del 19 de agosto, un Buick recogió al poeta y a sus tres compañeros de infortunio --un maestro cojo, Dióscono Galindo González, y dos banderilleros de la CNT, Francisco Galadí Melgar y Joaquín Arcollas Cabezas-- y los condujo a su cita con la muerte en algún punto entre Víznar y Alfácar. Fueron asesinados a tiros. El café más amargo.