Este no ha sido un buen año para Jaime Mayor Oreja. En el congreso del PP del pasado enero no entendió, o no quiso entender, las bromas de Rodrigo Rato y Mariano Rajoy sobre si el orden de intervención ante los militantes --Mayor fue el segundo--, significaba algo en la carrera sucesoria. Tan seguro estaba de que no necesitaba demostrar nada que habló de lo suyo, el País Vasco.

Su imagen se ha ido difuminando, sus silencios en cuestiones políticas no vascas han sido clamorosos --como casi todo el PP tardó casi un mes en hablar de la crisis del Prestige -- y no ha brillado como coordinador del programa para las municipales de mayo. Este encargo personal de José María Aznar le daba un respiro en la política vasca y se vendió como una ocasión de oro para no quedar al margen del delfinario .

Para colmo, ayer llegó tarde a la única votación del Parlamento de Vitoria que marca esa línea divisoria entre nacionalistas y no nacionalistas que el propio Mayor se ha trabajado con tanto ahínco.

POSIBLE SUCESOR DE AZNAR

En medio de este panorama gris, Adolfo Suárez le echó una mano y en junio le situó como el sucesor ideal de Aznar. Mayor Oreja se puso a temblar. El, que maneja como nadie los resortes mediáticos, creyó que lo mejor es que lo suyo se sepa pero que no se diga.

Porque si la política se construye a base de imágenes hechas, Mayor se estaría haciendo ya las fotos para el cartel electoral del 2004 en sustitución de Aznar. Es al que mejor valoran los ciudadanos en las encuestas. Pero los sociólogos saben que hay trampa. La sensibilidad popular siempre ha estado del lado de los ministros del Interior mientras el terrorismo siga siendo uno de los principales problemas. Si además es vasco y ha hecho del antinacionalismo el eje de su vida política, el retrato sale redondo.

El exministro del Interior tiene un perfil amable, sin aristas. Su gesto de tristeza le ayuda porque al sonreír muestra que hay un ser humano detrás contra el que atentó ETA en 1982.

A sus 51 años, es un político nato al que la vocación le viene de familia --es sobrino de Marcelino Oreja, exministro de UCD-- y de la escuela democristiana. Esta es la principal pega que le ven los populares de colmillo retorcido que vieron cómo este sector cavó la tumba de Suárez y del centrismo.

Ha sido candidato a lehendakari cuatro veces pero la más seria fue la del 2001. Fracasó estrepitosamente.