José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy pelean entre sí enarbolando todo tipo de argumentos, florituras e ingeniosidades. Tampoco faltan las amenazas. Rajoy cree, por ejemplo, que España no podrá soportar otra legislatura bajo el gobierno de los socialistas. "No aguantará", asegura ante sus fieles. El secretario general del PSOE le replica: "No voy a pedir perdón". Uno y otro (con Gaspar Llamazares y los nacionalistas periféricos de España metidos también en la gresca) están culminando cuatro años de empujones, tirones y golpes bajos. Todos han pretendido y pretenden recuperar la Transición para volverla a inventar.

¿Quién ganó hace treinta años aquel proceso de reforma-ruptura por el cual acabó el franquismo y empezó la democracia? Se supone que no hubo vencedores ni vencidos. No es cierto: en aquellos momentos los demócratas progresistas (en realidad los únicos demócratas que había) creyeron haberse salido (casi) con la suya, y la vieja y eterna derecha nacional se vio desbordada por los acontecimientos. Pero en este nuevo siglo unos y otros vuelven a la carga. Para empujar la Transición más allá (más libertades, más derechos, más descentralización, más gestos modernos ), o para traérsela de vuelta más acá (más autoridad, más tradición, más Iglesia, más desregulación económica).

En plena forma

A don José Luis y a don Mariano se les ve todavía en muy buena forma. Recorren los escenarios de los mítines con agilidad y el gesto adecuado. Ambos buscan autoconfianza y firmeza para afrontar el debate de mañana. Se calcula que ese acto televisivo podría ser contemplado por más de doce millones de españoles.

Zapatero estuvo en Valencia. Llenó la plaza de toros hasta la bandera. Compartió estrado con su vice , María Teresa Fernández de la Vega. Y al parecer disfrutó mucho ("Este es el mejor mítin de mi vida", dijo). Siendo la capital valenciana territorio del Partido Popular, no lo parecía. La candidata Fernández de la Vega se puso simpática. "¿Alguien se cree eso de que Rajoy está ahora con los currantes?", preguntaba a la concurrencia.

Rajoy y Arenas torearon juntos en Málaga. El show no fue tan espectacular ni tan masivo como el de la competencia, pero estuvo intenso. Los dirigentes conservadores, aspirantes a presidir España y Andalucía, respectivamente, casi lanzaron el mismo mensaje: si la gente no les vota y han de seguir mandando los socialistas, esto ya no se aguanta. El presidente del PP reclama los votos de todos, de los liberales (se supone que quiere decir de la derecha) y de los socialistas (es decir, la izquierda). Pero finalmente no se anda con florituras y asegura: "España no es de derechas ni de izquierdas. Simplemente es nuestra nación". José Antonio (Primo de Rivera) no lo hubiese sintetizado mejor.

Los periféricos

En la periferia (donde actúan los nacionalistas centrífugos) se teme que la fuerte polarización habida y por haber les quite votos. Eso mismo lleva en la cabeza Llamazares, solo que este pecha además con un sistema electoral que convierte los escaños de IU en los más caros (en número de sufragios) de todo el Congreso de Diputados. Se queja el líder multicolor, y con toda la razón.

Josep Lluís Carod Rovira (dicho sea con la mayor propiedad) hizo un mitin en la Universidad de Lleida. A él no le montaron ningún pollo ni los radicales izquierdistas ni, como es natural, los independentistas. Pidió que los votos catalanes no salgan de Cataluña, Más específicamente: que ni siquiera vayan al PSC- PSOE. El bueno de Josep Lluís, como se ve, es un aliado terrible. Con él de amigo no hacen falta enemigos.

También Artur Mas, de CiU, les ha metido caña a los socialistas. "Se aprovechan de Cataluña para luego gobernar contra ella", ha sentenciado el catalán en su último mitin.

Y es que los periféricos saben muy bien que, a estas alturas, solo el PSOE les puede quitar votos. El PP, más bien no.