Bastaría con que los movilizados de ayer, los periodistas, políticos y observadores en general, recordaran El disputado voto del Sr. Cayo, la película de Antonio Giménez-Rico, de 1986, para ver hasta qué punto casi nada ha cambiado en el mundo rural, y menos desde una perspectiva electoral.

Los problemas existen y persisten, el interés repentino parece deberse al periodo electoral que empuja a los líderes políticos a abatirse sobre el mundo rural, considerado como caladero o cardumen de votos. Las previsiones demoscópicas hablan de aprietos, de tendencias, de dificultades para los bloques, más para el bloque de la derecha -alarmado, antes cómodamente instalado, sobre todo el PP, en el espacio vaciado de gente-, entre otras cosas, por las políticas de austeridad que, sin embargo, han propiciado grandes beneficios para el morral electoral de los conservadores, en particular en la España castellana.

El panorama puede cambiar, las encuestas dicen que la mayoría rural ya no está en manos del PP, quizá del PSOE, quizá por la aritmética D’Hont, difícil para Ciudadanos, determinante para el bloque doliente por la extrema derecha. Se espera que la situación torne y esto moviliza a la derecha y afina a la izquierda, en particular al PSOE.

El mundo rural está mal, desde el Sr. Cayo e incluso más atrás: la gran paradoja es que ha sido un voto conservador. Paradoja porque no es compatible defender el llenado de los espacios rurales y defender, al mismo tiempo, menos Estado, menos sector público, menos pueblos, la desaparición de las diputaciones, sin ofrecer, por ejemplo, la comarcalización de España. Tampoco ayuda al mundo rural la desaparición de la sanidad y la educación pública, la privatización a lo bestia de los transportes, la eliminación, si no el abandono, del ferrocarril. Pretenden convencer de que la empresa privada se va a establecer voluntariamente en núcleos rurales menores, que la banca va a abrir oficinas y así hasta donde imaginen. Es decir, la mano invisible rural del liberalismo. Otra cosa es que nos expliquen qué han hecho las administraciones con los fondos estructurales de la PAC, quiénes se han beneficiado y dónde residen.

Que no nos engañen, quieren salir en la foto porque se la juegan, y mucho, en estas elecciones. Es una contradicción afirmarse liberal, querer privatizarlo todo y pretender que el interés capitalista se vaya a los pueblos. Tampoco se arregla esto con acuartelamientos militares -ya no somos romanos-, aunque, ciertamente, la estructura de seguridad pública debe alcanzar para bien.

Los partidos quieren un mundo rural como parques temáticos. Es increíble por inaceptable que se asocie a las características antropológicas de ese mundo, los toros, la caza o el porte de armas, como virtud en extinción o futuro.

En todo caso, los que en ese mundo viven de eso, escarbando se notará que viven en las grandes ciudades y los pueblos son solo para ellos su comedero o patio trasero de barbacoas, pero nunca el modelo de sus vidas.