Hace cuatro años Pasqual Maragall obtuvo 4.879 votos más que Jordi Pujol. Sin embargo, la CiU obtuvo más escaños que los socialistas (56 frente a 52). El sistema electoral catalán, que prima a las provincias menos pobladas en detrimento de la de Barcelona, obró este milagro. Un escalofrío recorre estos días a muchos socialistas: ¿Puede volver a ocurrir lo mismo? ¿Puede ganar Maragall por muchos más votos que entonces y quedarse por detrás en escaños?

Puede. Una simulación de lo que hubiera ocurrido en 1999 si el PSC hubiera obtenido 50.000 votos más procedentes de la abstención --manteniendo los demás partidos los mismos sufragios que obtuvieron-- nos lleva a que los nacionalistas hubieran conservado sus 56 escaños y los socialistas subido a 53 (uno más), en detrimento de ICV, que de 3 hubiera pasado a 2.

Con 75.000 votos más, CiU seguiría con sus 56 escaños, el PSC pasaría a 54, ICV tendría 2 y Esquerra perdería uno (pasaría de 12 a 11 diputados). Con 85.000 votos más, Maragall y Pujol hubieran empatado a 55 escaños. Y con 100.000 más, también. ERC se quedaría en ambos casos con 11 diputados, ICV, con 2, y el PP con 12 (los mismos que obtuvo).

Esta simulación parte del supuesto, poco probable, de que un incremento de la participación hubiera beneficiado sólo al PSC, pero ilustra el desfase que puede existir entre número de votos y número de escaños.

SEGUNDA SIMULACION Otra simulación: si en 1999, el PSC hubiera aumentado en votos, pero en este caso en detrimento de CiU, su más directo rival, el vuelco a favor de los socialistas sólo se hubiera producido a partir de una ganancia de 47.560 votos (como en este supuesto, CiU bajaba en ese mismo número de votos, la distancia entre uno y otro aumentaba en 95.120 votos). En ese caso, Maragall hubiera obtenido 54 escaños; CiU, 53; el PP, 12; ERC, 13 e ICV, 3.

Resultaría muy grave que este domingo volviera a producirse una situación como la de 1999, incluso con una mayor diferencia entre PSC y CiU. Porque llegar a ser la candidatura con mayor número de escaños tiene mucha importancia, independientemente de que sea con una mayoría insuficiente para gobernar o que no tenga aliados posibles para poder alcanzarla.

LA INVESTIDURA El candidato a presidente de la lista que obtenga más escaños sería, en principio, el primero en someterse a la investidura, y aunque no obtuviera la mayoría absoluta en las dos primeras votaciones sí podría ser elegido en la tercera con mayoría simple si otros grupos optaran por la abstención.

Cataluña carece de ley electoral. El Estatuto optó por remitirse a la ley electoral general española a la espera de que el Parlamento aprobara una propia, lo que no ha hecho. Lo que sí hizo fue fijar un número de diputados a elegir por cada una de las cuatro provincias, que son las circunscripciones de la ley estatal. Así, a Lleida, con un censo electoral de 152.952 personas, le corresponden 15 diputados; a Girona, con 235.360 electores, 17; a Tarragona, con 256.447, 18, y a Barcelona, con 2.042.951 electores, 85 escaños.

DESEQUILIBRIO Una simple regla de tres nos lleva a que si atribuyésemos un diputado por cada 10.000 votantes, que es el caso de Lleida, a Girona le corresponderían 23, a Tarragona 25, y a Barcelona, 204. El Parlamento tendría entonces 267 escaños y no los 135 actuales.

En 1999, cada escaño obtenido en Barcelona costó 27.954 votos, dada la participación (el 62,89% en esta provincia). En Lleida cada escaño costó 12.687 votos (con el 66,59% de participación). En Tarragona, 15.790 (con el 64,25% de participación). Y en Girona, 16.667 votos (con el 67,75% de participación). Como dato curioso: el escaño más barato fue uno del PSC en Lleida, que costó 11.193 votos. Y el más caro, uno del PP en Barcelona, que costó 29.370 votos.

Estas desproporciones tuvieron repercusiones claras: A ICV, cada uno de sus tres escaños obtenidos por Barcelona (los otros dos los logró en coalición con el PSC en el resto de Cataluña) le costó 26.147 votos. Al PP, cada uno de sus 12 diputados le costó 24.772 votos. Al PSC, cada uno de sus 52 diputados, 22.755 votos. A ERC, cada uno de sus 12 escaños, 24.772 votos. En cambio, a CiU, cada uno de sus 56 escaños le supuso 21.043 votos.

NUEVA LEY ELECTORAL No es de extrañar, por tanto, que la izquierda reclame una ley electoral que corrija esas desigualdades, compaginando una mayor proporcionalidad con el respeto a la representación del territorio. Como, por ejemplo, ocurre con el sistema alemán. Será una de las batallas de la próxima legislatura, gane quien gane hoy.

Las propuestas de CiU no parece que vayan en la línea de acortar esas diferencias, por su insistencia en garantizar una representación por comarca. En 1978/1979, cuando se empezó a trabajar en el Estatuto, los nacionalistas ya propusieron una representación comarcal que, respetando la Constitución, llevaba a un Parlamento inabarcable, de más de 1.000 diputados.

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