La hostilidad entre la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) y la Asociación 11-M de afectados por el terrorismo quedó de manifiesto en la manifestación del pasado sábado en Madrid. Los gritos contra Pilar Manjón, portavoz de la Asociación 11-M, revelaron esos recelos. A Manjón no le extrañaron. "Los que corearon mi ausencia, la del comisionado, el presidente e insultaron a Bono se parecen bastante a las personas que me gritaban a la puerta del Congreso que me metiera a mi hijo por el culo".

La AVT no concertó su manifestación con la Asociación 11-M. Se limitó a enviarle un correo electrónico dos días antes de la marcha en el que pedía su adhesión y destacaba "el apoyo de Esperanza Aguirre, del PP y de la UPN". La convocatoria del PP de Madrid a los afiliados del partido, a través de una carta en nombre del secretario general, Angel Acebes, tenía una carga política añadida "contra el Gobierno socialista".

La conexión de la AVT con el PP ha quedado reflejada en la convocatoria paralela de ese partido para acudir a la manifestación y en los lemas que se corearon el sábado. El presidente de la AVT, Francisco José Alcaraz, reconoce: "Esperábamos dos o tres mil personas y nos vimos desbordados". Admite que "la asociación ha salido malparada", pero lejos de reprochar la injerencia del PP, acusa a los medios de comunicación de "haber desviado la atención hacia un episodio aislado" como fue la agresión a José Bono.

La politización de la AVT, que ha nombrado socio de honor a José María Aznar y ha bajado de 6.000 socios a unos 4.000 en los dos últimos años, contribuye a explicar el recelo hacia la Asociación del 11-M en la medida en que algunos sectores del principal partido de la oposición atribuyen a la masacre la pérdida de las elecciones generales del 14 de marzo. "Es un veneno que no han podido digerir", dice un miembro de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, que preside Adolfo Suárez y de la que es vicepresidenta Ana María Vidal Abarca, que abandonó la manifestación del sábado junto a Bono y Rosa Díez.

Esta fundación fue constituida en el año 2000 para cohesionar a las distintas asociaciones de víctimas, codiciadas por los políticos de forma que se convierten en doblemente víctimas. Según Vidal Abarca, su objetivo "es la unidad de todos los colectivos porque, al margen de las ideas políticas, el enemigo común es el terrorismo". La fundación tiene una relación fluida con la AVT, la Asociación 11-M, el Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco (Covite) y las fundaciones con los nombres de víctimas relevantes, desde Gregorio Ordóñez, Fernando Buesa o José Luis López de Lacalle hasta Manuel Broseta.

Inicialmente, la AVT aglutinó a todas las víctimas. Pero su progresiva politización ha creado un panorama disperso. En 1998 nació Covite en Euskadi como "referente ineludible de cualquier proceso de pacificación". Esta asociación cuenta con el respaldo del PSOE y del PP. También surgió en Cataluña la Asociación de Víctimas de Organizaciones Terroristas (ACVOT), desgajada de la AVT. Su presidente, Roberto Manrique, ha denunciado la "politización" de la AVT. Por su parte, el Sindicato Unificado de Policía (SUP), ha impulsado la Fundación de Víctimas Olvidadas, que agrupa a familias de agentes.

Diferencias sociales

Tras la masacre terrorista del 11-M, el protagonismo de la asociación de afectados por esa matanza y el trato deferente por parte del Gobierno --que le ha otorgado 80.000 euros de subvención frente a los 40.000 asignados el año pasado a la AVT-- también ha contribuido a acentuar las diferencias, más allá de la ideología mayoritariamente conservadora de los socios de la AVT, frente a la extracción social de trabajadores e inmigrantes que fueron los que en mayor número fallecieron en los atentados de los trenes.