Había despertado triste el primer día de campaña, sin excesivas ganas de entregarse al frenesí electoral. Los candidatos y líderes políticos se dispusieron a cumplir con su agenda sin bajar la guardia, sabedores de que en cualquier momento les cortaría el ritmo y el habla una noticia esperada, pero doliente: la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba. Así fue. A punto de marcar el reloj las 15.30 horas de la tarde, los periodistas fueron informados de que el veterano socialista se había apagado definitivamente. Un ictus traicionero pudo con quien, durante décadas, aguantó en sus escasas espaldas parte del peso del Estado. Y del socialismo. Y de la crítica de sus adversarios (a ratos feroz) también. Muchos de ellos confesaban este viernes cómo habían aprendido a admirar entre bambalinas al mismo personaje que tantos dolores de cabeza les provocó. Alguno hasta le profesaba gran aprecio tras años de enfrentamientos y de secretos compartidos, como el popular Mariano Rajoy.

La confirmación de su fallecimiento provocó que se fueran entrelazando en los medios y las redes sociales los anuncios de que casi todos los partidos suspendían sus mítines por respeto a su figura con elogios, pésames, recuerdos y obituarios. Los ecos del golpe que sobre la mesa había dado por la mañana Pablo Casado para pedir al PP lealtad; las rebuscadas excusas de Vox para intentar justificar su injustificable veto a periodistas o los eslóganes y titulares de los distintos aspirantes por todo el país se fueron silenciando para dejar espacio al luto. Un luto que teñía prácticamente todo el espacio político y buena parte del social, dejando un profundo desgarro en el PSOE.

Toda muerte tiene un halo de irrealidad, sobre todo en los primeros momentos, pero la de Rubalcaba, este viernes, día 1 de la segunda vuelta del periplo electoral, puede que lo tenga más. Al menos, para sus compañeros. «Aún no me lo creo. ¿Alfredo? No me lo creo» -comentó, horas antes de que se abriera la capilla ardiente en el Congreso, un diputado del PSOE que también había estado en el hospital los días anteriores-. «Parecía que siempre iba a estar ahí, pegado al teléfono, pendiente de todo». Pero se ha ido y los socialistas han tenido que echar momentáneamente el cierre a una campaña cuando aún no había empezado. Su repentina muerte, tras sufrir un infarto cerebral, hace todavía más extraña esta etapa política, cuando han pasado menos de dos semanas de las elecciones generales.

El deceso del exsecretario general ha paralizado a su partido, que tras obtener un triunfo incontestable en las legislativas confía ahora en mantener sus feudos y conquistar nuevo poder territorial. Ayer, Sánchez tenía previsto participar primero en el Salón del Automóvil de Barcelona (junto a los Reyes y el president de la Generalitat, Quim Torra) y después en un mitin del PSC. Pero suspendió ambas convocatorias, centrándose tras el Consejo de Ministros en visitar a la familia de Rubalcaba en el hospital y acudir a la capilla ardiente que se preparó en la Cámara baja. Su última entrada en su querido Congreso fue a hombros, por la solemne Puerta de los Leones.

Recuerdo en los mítines

Los mítines del PSOE comenzarán, como mínimo, el domingo. Y en todos ellos habrá un recuerdo al también exministro y exvicepresidente. «A él quizá le hubiera dado rubor, tal y como era, pero si hay algo de justicia, es eso», señaló un candidato a las municipales. «Todos los españoles tenemos una deuda con él por su trabajo al servicio de este país, de sus instituciones y de la ciudadanía», explicó el PSOE en un comunicado. Algo de cierto debe haber en todo ello cuando los representantes de las más relevantes instituciones, los líderes de los partidos más importantes y cientos de ciudadanos hicieron un alto en sus vidas para decirle adiós. La campaña ha cerrado unas horas por defunción. No hay mítines, sino luto.