Zapatero se ha rendido al fin a los argumentos de los dirigentes de su partido -una coaliación de barones regionales espoleados por el vicesecretario general, José Blanco-, que defendían precipitar su anuncio de retirada para evitar que las elecciones municipales y autonómicas se convirtieran en un referéndum contra su continuidad. Pero no ha accedido a su pretensión de que se convocaran primarias de modo inmediato, lo que hubiera restado posibilidades a un eventual rival de Alfredo Pérez Rubalcaba, el sucesor al que los barones y el aparato de Ferraz querían proclamar a toda prisa. Si Carme Chacón opta por presentarse tendrá margen suficiente para recoger los avales necesarios. El PSOE irá al 22-M con un presidente en retirada y sin candidato. El PP lo tendrá más dificil para convertir estos comicios en un ensayo de las elecciones generales, pero será inevitable que toda la campaña se contamine con el debate sucesorio. Si la alternativa Chacón-Rubalcaba había captado parte del debate público, a partir de hoy es posible que lo monopolice. La carrera de la sucesión acaba de empezar. El anuncio de hoy abre también una seria incógnita sobre los efectos que tendrá en la estabilidad parlamentaria y económica. El presidente puede empezar a sufrir el síndrome del pato cojo, el que aqueja al inquilino de la Casa Blanca el última año de su segundo mandato. Hasta qué punto el PNV estará dispuesto a sostener a un presidente casi en funciones abrasado por la encuestas es uno de los interrogantes que solo los próximos meses despejarán. Pese a que hoy ha reiterado que agotará la legislatura, no puede descartarse la convocatoria de elecciones anticipadas a la vuelta del verano, especialmente si el batacazo del 22-M alcanza las proporciones que pronostican la mayoría de los sondeos.