ERC no se dejó llevar ayer por ningún triunfalismo, aunque sí constató que su papel clave en la política española tiene una onda expansiva poderosa y que, tras la investidura. sigue intacta. Con todo, la rectificación de la Moncloa, el jueves, en que, en apenas horas pasó de posponer hasta después de las elecciones el inicio de la mesa de diálogo entre gobiernos a decir digo donde había dicho Diego, supuso también un alivio para los republicanos.

El encargado de realizar la muestra de generosidad fue Gabriel Rufián, el jefe de ERC en Madrid y quizá la persona, junto con Oriol Junqueras y Pere Aragonès, que más ha batallado para abrir la puerta del diálogo con el PSOE, primero y, después, poner el pie para evitar que la corriente diera portazo. Así, el portavoz parlamentario, guante de terciopelo en ristre, dijo estar convencido de que el Gobierno no actuó con «mala fe» en la decisión inicial de aplazar la mesa. «Hicieron una lectura equivocada. Solo les faltaba información», defendió Rufián, que fue quien desbloqueó la situación, en persona, en una reunión con Pedro Sánchez, en el complejo presidencial, previamente encauzada por una llamada entre Aragonès y el jefe del Ejecutivo.

Eso sí, bajo el terciopelo, Rufián dejó asomar el puño de hierro en forma de crítica velada a los socialistas. «Lo negativo de esto es que nos enteramos por la prensa. Por otra parte, el horizonte electoral lo complica todo en Cataluña. Y es que las opciones electorales de la posconvergencia, mientras siga bajo mando y dominio de Carles Puigdemont, pasan por atacar la mesa de diálogo como forma de menoscabar el crédito republicano que les otorgan las encuestas. Así, aun ayer la portavoz de JxCat en el Congreso, y una de las personas que suenan como posible candidata efectiva a la Generalitat por la posconvergencia, Laura Borràs, acusó a ERC de haber pagado «por anticipado y a cambio de nada» la investidura de Pedro Sánchez.