En condiciones normales, el congreso de un partido que ha ganado dos elecciones generales y unas municipales, incluyendo Barcelona, en Cataluña, debería ser algo parecido a lo que se vivía en Sofía con el partido comunista búlgaro, en los viejos tiempos. Pero los tiempos políticos en Cataluña distan de esas idílicas condiciones normales, y la negociación sobre la investidura de Pedro Sánchez, la sentencia del TJUE a favor de la inmunidad de Oriol Junqueras y el abanico de opciones que todo ello abre, dotan el 28º congreso nacional de ERC de una inquietud palpable. El líder extramuros del partido, Pere Aragonès, ha trazado en su intervención de apertura del cónclave, un glosario de argumentos a favor de la negociación y ha ofrecido su partido al resto del independentismo como buque “rompehielos” ante el “muro del Estado” ante el diálogo.

Aragonès apeló, así, al orgullo del liderazgo, del que “de las grietas que abrió el 10-N” en ese muro de “los que no quieren hacer política” consiguen construir “un camino”. Ahora bien, para que el diálogo sea fructífero, ha insistido él y el resto de voces que han intervenido en esa apertura, es decir Marta Vilalta, Marta Rovira y el propio Junqueras (mediante grabación) es obligatorio, perentorio, inexcusable que se “desbroce el camino” y eso significa “que se acabe con la represión.

De tal guisa que pareció que Aragonès daba casi por amortizada la negociación por la investidura y se situaba ya en la previa del inicio de esa mesa de diálogo entre gobiernos que anda pergeñando con el PSOE. Y dejara bien claro que antes de abordar la solución al conflicto entre la Generalitat y el Estado, entendida esta como un nuevo encaje territorial o un referéndum de autodeterminación (posiciones de salida de ambas partes), el líder extramuros exigiera una “amnistía” limpiadora que pusiera el marcador a cero.

“La nueva etapa política”, algo a lo que el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ha aludido recientemente, “solo puede dar inicio si la política desplaza a la represión” dijo Aragoès en la lengua vehicular del partido, en catalán, para cerrar con un enfático “¿se entiende?”, en castellano. La lengua del receptor del mensaje, es decir, el propio Sánchez.

Otro de los puntos en que los intervinientes incidieron es la de la falta de confianza en el Estado y el propio PSOE. Sobre todo, Marta Rovira quien aseveró que "nadie nos puede pedir que volvamos atrás y que confiemos en que esta inercia represiva ha cambiado. Hay desconfianza". Una falta de fe que, lógicamente, llega a la negociación de la investidura y que provocó que en varias intervenciones, algunos asistentes reclamaran, a puerta cerrada, que cualquier pacto que se alcance con el PSOE sea validado en una nueva consulta interna, y no c por el consejo nacional, como está prevista que se haga.