Un descalabro de consecuencias impredecibles. Eso sufrió ayer ERC al perder cinco de los ocho diputados que logró en el 2004 y, en consecuencia, al perder tanto el grupo parlamentario en el Congreso como su representación en Lleida y Tarragona, cuya conservación eran los objetivos marcados para el 9-M. Con un 7,8% y menos de 300.000 votos (contra el 15,89% y 638.902 votos del 2004), ERC solo logró escaños para Joan Ridao y Joan Tardà (por Barcelona) y Francesc Canet (por Girona). Entre caras desencajadas, los máximos dirigentes de ERC comparecieron para dar cuenta de lo que Josep Lluís Carod- Rovira definió como "un mal resultado".

Carod y Ridao culparon de que ERC "haya derrapado de la centralidad política" a la polarización y al voto útil al PSC por miedo al PP. Pero los críticos de Esquerra Independentista certificaron que el 9-M "marca el final de un ciclo del catalanismo y la necesidad de un cambio en ERC", que sigue una "estrategia equivocada".