El Parlamento catalán vivió ayer un conflicto lingüístico rayano en lo ridículo. La Cámara acogía a una delegación nicaragüense en la comisión de cooperación y solidaridad. El grupo asistía a una intervención del secretario de Cooperación de la Generalitat, David Minoves. Y, sin pensárselo dos veces, Minoves exigió un servicio de traducción del catalán al castellano, para poder hablar en su lengua materna y ser comprendido por una delegación de Nicaragua.

La decisión de Minoves, que supuso la contratación de dos traductores, irritó a varios grupos. ERC y CiU fueron los únicos partidos que defendieron la decisión de Minoves. El resto mostraron su enfado. El socialista Joan Ferran criticó que se traduzca una lengua oficial en Cataluña y el popular Rafael Luna lamentó la "incongruencia" de contratar a profesionales cuando todos en la reunión entienden el castellano.

Lo más surrealista es que los dos traductores también tradujeron del castellano al catalán. Ningún diputado se puso los cascos. Pese a todo, conservan el sentido del ridículo.