No salió un solo insulto de su boca. Ni una mala palabra. Antonia Jover se limitó a levantarse y a salir de la sala cuando el portavoz del PP, Manuel Atencia, volvió a la tribuna. No quería soportar otra humillación. "Ese señor del PP nos ofende", se justificó.

A Antonia, a Rosario, a Alvaro, a Gervasio, a Enrique y a los miles de españoles que ellos representan en sus asociaciones para la recuperación de la memoria histórica les decepcionó comprobar que los conservadores no comprenden su ansia por "cerrar las heridas del franquismo". Y les ofendió que confundan su exigencia de reparación con un intento de "sacar dinero".

Unos 50 miembros de asociaciones de represaliados por la dictadura asistieron al debate de ayer en el Congreso. Una veintena, en la tribuna del hemiciclo, invitados por IU-ICV y por ERC. El resto, en la sala de columnas, habilitada para los que superaron el cupo de invitados que tienen los dos partidos que defendieron textos alternativos al del Gobierno. Siguieron todos los argumentos con respeto. Compartieron los de ERC e IU-ICV, discreparon a las claras de los del PP, incluso fueron condescendientes con el Gobierno pese "a lo corta" que se ha quedado su ley. No provocaron incidentes.

Están acostumbrados a soportar de todo y a que no decaiga su lucha. Antonia nació en la cárcel. Desde el vientre materno soportó los interrogatorios, los golpes, las vejaciones. Aprendió a andar entre rejas, mientras su madre cumplía condena de 30 años por "rebelión militar". "La vicepresidenta me parece una mujer magnífica, pero no entiendo por qué no quiere anular los juicios sumarísimos como el de mi madre. No era justicia, era una pantomima".

Rosario Cunillera creció exiliada en Francia. De niña se creía importante, porque se educó "orgullosa" de ser hija de un "luchador por la democracia". Así se sentían en Francia los hijos de los resistentes. Regresó en 1965, de forma clandestina, para sumarse al PCE. Lo que más le sorprendió es que los españoles de su edad educados en el franquismo no sabían la verdad de la guerra y la represión. "Yo no quiero dinero. Quiero que esa historia deje de ser mi relato . Quiero que sea la historia ", reivindica.

Tienen motivos de sobra. A todos les sobran razones para una "compensación moral y jurídica". Han sido generosos, han esperado mucho y ya están viejos y cansados.