Hoy, el cara a cara. Toda la campaña se ha focalizado ahí. Los nervios, la histeria, el márketing, los programas... El fenómeno audiovisual se lo traga todo como un gigantesco agujero de colores, y en estos momentos ya damos por sentado que el debate entre los cabezas de cartel de los partidos mayoritarios tendrá una enorme audiencia, despejará todas las incógnitas y será decisivo. Se huele en el aire. A la ciudadanía le gustó el aperitivo a cargo de Solbes y Pizarro... y ahora quiere más. Así es la tele: despierta la voracidad humana.

Los cara a cara parecen tan imprescindibles que incluso los mismos dirigentes del PP se preguntan hoy cómo pudo ser que su partido se negase sistemáticamente a celebrarlos durante tres campañas consecutivas (cuando los conservadores partían de una posición ventajosa). La fortísima repercusión del debate entre Pedro Solbes y Manuel Pizarro ha puesto como motos a los expertos en estas lides. En consecuencia, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy llevan semanas ensayando sus futuros duelos bajo los focos. La preparación se ha intensificado en los últimos días. Fichas, consejos, imagen, estilismo, manías, chorradas... Los dos supercandidatos vienen siendo objeto de tanto meneo y tanta presión que a lo mejor esta noche andan medio zombis.

Y eso que no es novedad

A Zapatero y a Rajoy les hemos visto ya discutir una y otra vez en distintos formatos. No es novedad. Pero el cara a cara ha desatado el morbo. Pizarro, tras pasar por ello, ha comprobado cómo la opinión pública genera con mucha rapidez y muy poca misericordia unos juicios inapelables. A él, que no se esperaba tal cosa, lo han dejado literalmente en la cuneta. Ayer se le veía cariacontecido en el mitin de su partido en Burgos. Ha intentado (desde las páginas de El Mundo ) volver a explicar su encuentro con Solbes, reconstruyéndolo en solitario (lo cual resulta bastante patético) para zurcir sus fallos y adjudicarse una imaginaria victoria. No le va a servir de gran cosa. Tampoco le servirá a quien sea declarado perdedor en el combate (dialéctico) entre Zapatero y Rajoy.

Antes de que la campaña abriera un paréntesis a la espera del cara a cara, la mañana del domingo se llenó de nuevos mítines. Y se pudo observar que el PSOE está jugando este partido con todo lo que tiene. Sus jefes han programado una movilización intensa y abrumadora que dé sensación de fuerza y unidad. Si la capacidad de convocatoria socialista en la plaza de Toros de Valencia fue impresionante, ayer en Dos Hermanas (Sevilla) Zapatero se encontró con otra muchedumbre. Jugando en casa y trayendo autocares al por mayor, el caso es que 20.000 personas abarrotaron el enorme pabellón de deportes.

Rajoy estuvo en Burgos, atando los escaños que le pueden hacer falta para superar a la competencia. De nuevo planteó su victoria como una "necesidad nacional". Esta vez acusó a Zapatero de traicionar... ¡al propio Partido Socialista! Pero tampoco se le oyeron cosas nuevas. Es verdad, como dicen en el PSOE, que el líder del PP lleva dos días sin hablar de economía y ha vuelto a rondar la cuestión terrorista y otras. No parece, pese a todo, que los conservadores vayan a soltar el hueso de la presunta crisis. En estos momentos es su mejor argumento.

Hoy, a las diez, frente al televisor. ¿Quién dijo que la política no interesa a la gente? Entonces, ¿cómo es posible que las audiencias se movilicen de tal forma? La televisión ha cogido la campaña en sus manos y tal vez la dramatice hasta el punto de reactivar la participación electoral. En eso confían Zapatero y los suyos. Ojo, no sea (como les ha pasado una y otra vez en estos cuatro años) que acaben por confiarse demasiado.

En Génova repasan el argumentario. En Ferraz hacen cábalas. Unos y otros interpretan los signos. Por ejemplo: ¿A quién beneficiaría que esta madrugada Bardem consiguiese el Oscar?