Nuevo salto cualitativo de ETA tras el fin de la tregua. Si en marzo la banda mató a un humilde exconcejal socialista a punta de pistola, ayer pasó a la colocación, sin previo aviso, de un coche bomba atestado de explosivos en la casa cuartel de la Guardia Civil en Legutiano (Alava). La explosión provocó la muerte de Juan Manuel Piñuel Villalón, malagueño de 41 años, e hirió a cuatro agentes.

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El atentado podría haber causado una masacre, porque en el cuartel dormían 29 personas, entre ellas cinco niños. Además, la acción terrorista pone de manifiesto que la locura e insolencia de la banda no conoce límites, puesto que los terroristas no colocaron la bomba para que estallara una vez estuvieran a salvo, sino que apenas tuvieron tiempo de huir antes de la deflagración.

ETA ha atentado muy pocas veces de esta forma por el alto riesgo que corren sus terroristas. El sanguinario Henri Parot usó este método dos veces en los años 80, curiosamente también contra guardias civiles. Un experto en la lucha antiterrorista aseguraba ayer que el atentado podría haberse convertido en "otro Zaragoza", en referencia a la matanza que provocó Parot en la capital aragonesa, donde colocó un coche bomba que segó la vida de 11 personas, entre ellas cinco niños. Los etarras volvieron a usar este método el pasado agosto contra el cuartel de Durango (Vizcaya), atentado que se saldó con dos heridos leves.

LA PERSECUCION Pero ayer no hubo tanta suerte. Los etarras llegaron al cuartel en dos coches poco antes de las tres de la mañana. Colocaron el que contenía la bomba, una furgoneta Citroën Berlingo, a las puertas del cuartel, y huyeron en el otro vehículo, que abandonaron a unos 15 kilómetros, en el puerto de Urkiola. La Ertzaintza siguió de cerca los pasos de los terroristas, aunque nunca los tuvo a la vista, según fuentes de la lucha antiterrorista. De hecho, la policía vasca encontró rápidamente el coche de la fuga, que se está analizando en busca de pruebas.

El agente fallecido se percató de la presencia del coche bomba y estaba avisando justo cuando explotó. La garita de guardia en la que se encontraba, junto con el sargento del cuartel, F.J.C.F, se desplomó sobre ellos. Los bomberos pudieron rescatar a este último cuatro horas después, tras una complicada operación. El sargento fue operado de la columna vertebral y al cierre de esta edición permanecía en la uci, así como otro de los heridos. Las dos mujeres afectadas sufrieron daños más leves. Una fue dada de alta por la mañana.

En función de los importantes destrozos, fuentes de la lucha antiterrorista calculan que los etarras usaron una gran cantidad de explosivo. Algunos agentes hablan de unos 100 kilos, y otros lo elevan a entre 250 y 300 kilos de amonal o cloratita. El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, que se desplazó a primera hora al cuartel, dijo que habían usado una cantidad "sustantiva" con el objetivo de provocar una "masacre". Y calificó la acción de "indiscriminada y especialmente malvada".

Las fuentes consultadas coinciden en afirmar en que "casi con seguridad" el atentado fue cometido por el comando Vizcaya, autor de la mayor parte de los ataques tras la tregua. El consejero vasco del Interior, Javier Balza, afirmó que las primeras investigaciones apuntan hacia esa línea porque el modus operandi es igual al usado por este grupo en Durango y muy similar al de Calahorra. Balza se mostró pesimista al reconocer que ETA dispone de una "infraestructura que preocupa y que va a costar desmantelar", y explicó que se cree que los dos etarras del comando identificados, Jurdan Martitegi y Arkaitz Goikoetxea, disponen de un "potente" grupo de no fichados que hacen tareas de información y logística. Fuentes de la lucha antiterrorista presumen de que los identificados disponen de un escondite muy seguro.