Los terroristas dieron ayer otra vuelta de tuerca en su estrategia contra el AVE vasco, al incendiar el coche privado de un trabajador de la obra en Mondragón (Guipúzcoa). Los constantes ataques contra la infraestructura y las amenazas de ETA han obligado a establecer fuertes medidas de seguridad en los accesos a los trabajos, y decenas de personas, desde responsables de empresas hasta técnicos, llevan escolta.

El punto de mira etarra está fijo desde hace meses sobre este proyecto, una fijación que en diciembre le costó la vida a Inaxio Uria, dueño de Altuna y Uria, una de las adjudicatarias. Pero esta es la primera vez en que la amenaza se ejecuta contra un simple trabajador.

El sabotaje se produjo a la una de la madrugada, horas después de la reunión en Vitoria del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y del consejero de Interior vasco, Rodolfo Ares, para reforzar la cooperación policial. Dos individuos rompieron las lunas del vehículo y arrojaron en su interior un cohete pirotécnico. Al ser descubiertos, huyeron. El coche pertenecía a un trabajador de origen búlgaro.

"AVISO CLARO" El 21 de enero, ETA hizo público un comunicado en el que reivindicó el asesinato de Uria y lanzó un "aviso claro" a los ingenieros, técnicos superiores, responsables y empresarios para que "suspendan sus trabajos". De hecho, en los últimos meses se han sucedido los atentados contra las obras. Además, se han registrado casi medio centenar de actos de violencia callejera contra maquinaria y elementos de construcción.

El consejero de Transportes vasco, Iñaki Arriola, declaró que "ningún ataque de ETA va a impedir que el proyecto siga adelante", y reiteró que poner en marcha esta infraestructura va a ser una de las prioridades del Gobierno de Patxi López.

Todos los partidos condenaron los hechos. El PSE presentó una moción de condena del ataque y de solidaridad con las empresas y operarios del AVE, que se votará la próxima semana.