Los etarras lograron eludir el amplio dispositivo que la policía francesa instaló en los alrededores de Capbreton. No dudaron en secuestrar vehículos a punta de pistola, y pese a que los agentes les siguieron la pista durante horas, no llegaron a capturarlos. Los tres miembros de ETA que, según Interior, no habían planeado el atentado, demostraron sangre fría y recursos para escapar; cambiando de vehículo hasta despistar a los agentes.

Poco después de producirse los disparos se establecieron controles en todos los peajes y en las vías de salida de Capbreton. La Gendarmería puso en marcha el Plan Epervier (Gavilán) en los seis departamentos más cercanos (Las Landas, Pirineos Atlánticos, Dordoña, Gironda, Lot-et-Garonne y Poitu-Charentes), con el apoyo de varios helicópteros que rastreaban desde el aire Las Landas y el País Vasco francés.

Los testigos, presentes en la cafetería donde se encontraron guardia civiles y etarras, y los empleados de una gasolinera cercana narraron que los terroristas huyeron en un Volkswagen Golf gris con matrícula francesa. Las fuerzas de seguridad sospechan que los tres etarras podrían haberse separado en direcciones distintas, hacia el norte y hacia la frontera española.

El punto en que los etarras se habrían dividido estaría a 70 kilómetros al norte de Capbreton. En su búsqueda de transporte, secuestraron a punta de pistola a una joven, y tomaron su coche Peugeot 307. Presumiblemente ese es el vehículo que se usó para conducir en dirección sur, mientras los dos hombres se habrían dirigido hacia el norte. La joven propietaria del vehículo fue introducida en el maletero, aunque posteriormente la dejaron atada a un árbol cerca de Burdeos. En el Golf, localizado posteriormente en Haut-Mauco, los agentes hallaron material explosivo, según Europa Press.

Los vecinos de Capbreton no salían de su asombro. Esta tranquila y pequeña localidad francesa, a 30 kilómetros de Bayona, es muy visitada por guipuzcoanos y vizcaínos durante los meses de verano y Semana Santa, pero en esta época es extraño oír hablar castellano. Sus habitantes no percibían a ETA como una amenaza, al menos hasta ayer, sino más bien como un problema español. La dueña de una cafetería cercana y varios clientes expresaban su preocupación ante la posibilidad de que este atentado sea el preámbulo de nuevas acciones en suelo galo.

VUELTA A LA NORMALIDAD Sin embargo, el centro comercial Leclerc, a escasos metros del lugar de los disparos, no vio alterado su ritmo. Durante todo el día, cientos de clientes hicieron sus compras con tranquilidad, y apenas se fijaban en el gran despliegue de medios de comunicación. Sin experiencia en sucesos tan trágicos, los vecinos se apartaron del lugar de los hechos. Las únicas muestras de desaprobación eran contra los policías, a quienes recriminaban que hubieran cortado varias calles céntricas.