El sobrio, institucional y muy televisivo evento de la exhumación de Franco tuvo una audiencia muy especial a 9.000 kilómetros del Valle de los Caídos, entre los integrantes de la numerosa colonia de exiliados republicanos en Ciudad de México, sus hijos y nietos .

Para ellos se trató de un acontecimiento histórico como para el resto de los españoles, pero con carga emocional redoblada. Tanto, que incluso el día de la ceremonia, y antes de ponerse cada uno con su tele, doce de ellos quedaron para celebrar una comida y comentar el hecho. El vídeo que ilustra esta noticia recoge el momento de los brindis.

El lugar fue la agrupación del PSOE en la capital mexicana, por donde pasan no solo afiliados del partido, sino también otras personas de izquierdas y del exilio. El menú, compuesto con lo que cada uno quiso traer, incluyó tortilla de patata, jamón serrano, lomo, chorizo, salami y sandwiches de roastbeef. De beber, vinto tinto y cava. Y de postre, pan de muerto -dulce típico de la festividad de difuntos- y un arroz con leche elaborado por la decana de la cuadrilla, Isabel Rosique, barcelonesa de 94 años que llegó a México en el Sinaia, el primer barco del exilio republicano que cruzó el Atlántico..

MEZCLA DE SENTIMIENTOS

No se trataba de frivolizar, "sino de festejar, porque estábamos muy emocionados desde que el Gobierno anunció, el viernes 11, que iba a proceder a la exhumación", relata Fina Tomé, secretaria general de la agrupación socialista de la ciudad.

En realidad "seguimos el acontecimiento con alegría y con tristeza -relata-. La primera, porque por fin se hacía algo de reparación; la segunda, porque muchos ya no tenemos a nuestros padres aquí para que lo vieran". Josefina es hija de dos gallegos residentes en Barcelona, Carlos Tomé y Amadora Méndez, que escaparon del franquismo a los campos de concentración franceses y luego a México en el buque Ipanema.

Desde el anuncio mismo de la exhumación corría la noticia entre los exiliados españoles en el Distrito Federal mexicano. El lunes 21 aún no sabían la fecha exacta de los trabajos cuando acudieron muchos de ellos a oír una conferencia sobre militares españoles exiliados a América que impartió en el Ateneo Español de la ciudad el historiador Ángel Bahamonde.

Fue ahí cuando surgió "la idea de quedar a comer el día de la exhumación. Cuando supiéramos la fecha, cada uno dejaría lo que tuviera que hacer para ir a esa comida", relata Tomé.

La diferencia horaria obligó a estos españoles a madrugar. Fina se puso el despertador, pero se quedó dormida, "pero me desperté a las tres de la mañana, nerviosa, justo cuando la familia de Franco entraba en la basílica", cuenta.

ZONA REPUBLICANA

Todo ocurrió en un radio de 10 kilómetros de la inmensa ciudad, desde el centro hasta la Colonia Irrigación, donde quedaron para comer. En la zona histórica, a cuarto de hora andando del Ateneo Español, está la calle de López, denominada oficialmente Vía del Exilio Español por la gran concentración de exiliados que, en los años 40, vivieron allí.

En la cafetería más famosa de esa avenida, Villarias, aún los camareros llevan en una de sus hombreras la tricolor republicana.

"Comimos, festejamos, hablamos, y nos fuimos a casa para prepararnos a ver la tele y soltar alguna lágrima", dice Fina Tomé. De todas las frases sobre la exhumación de Franco que oyó ese día a sus compatriotas expatriados, recupera una que le parece digna de destacar: "Hoy debe ser un día especial para la pobre gente que aún busca a los suyos enterrados por ahí".