El juicio retomó ayer el cauce de los hechos, por fin lejos de la insidia política y de nuevo cerca de la cruda realidad del 11-M. El circo mediático y partidista se paralizó desde bien temprano ante la alocución del terrorista Ulad Murad Chabaru, a través de una videoconferencia desde Bélgica, donde cumple condena por colaborar con el Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM). No dijo nada, escurrió el bulto, pero justo de lo que no dijo se deduce que mintió.

Murad lucía una barba poblada, cabello largo engominado, dos coquetos rizos derramados sobre la frente y un chándal de la exclusiva marca Lonsdale, la preferida de los skinheads . Los extremismos se tocan. Esta firma esconde, casualmente, las siglas del partido de Hitler, el NSDA, si bien su origen hay que buscarlo en los boxeadores negros de extrarradio en Gran Bretaña. Tras días de bostezos, los acusados árabes despertaron, embelesados con el escurridizo barbudo, mientras Trashorras intentaba reponer el sueño que seguro que la conciencia le roba, con la frente hundida en los muslos y los oídos tapados. Tras el fraudulento protagonismo de ETA, la ambigüedad yihadista recuperó la sala.

Risas ante Bensmail

Curioso compendio humano este Murad: la mirada gélida de Hasan el Haski, la cuidada melenita de Zugam, la pulcra locuacidad de Morabit, la pretendida metrosexualidad de Zuhier, el imperturbable rictus del Gamo, la misma barba que ya reconquista el rostro del Egipcio ... Pese a todo, verlo en la pantalla tras aquel fondo neutro del juzgado belga rememoraba la estética zafia de los vídeos de reivindicación de Al Qaeda. Y su forma de explicarse, envolviendo cada palabra en la embaucadora amabilidad de un vendedor de bazar, parecía calcada de la estrategia adoptada en su día en las declaraciones del resto de imputados.

Nada que ver con el otro radical islamista, preso en España, que testificó por la tarde. La entrada en la sala de Abdelkrim Bensmail, vestido al modo afgano, barba y nariz puntiagudas, bonete blanco en la cabeza, fue recibida con algunas carcajadas en la urna blindada de los acusados. Sobre todo de Zuhier, Aglif, el Akil, el Gnaui y compañía, la facción golfa de la yihad , los que se ponían hasta arriba de todo en las discotecas más horteras de Madrid. Imposible imaginar a Bensmail con esta panda. Incluso la idea de una juerga según Murad está a años luz: "Escucho cintas de música sin instrumentos, solo con la voz, porque eso es lo que me divierte, pero no son nada raras, pueden comprarse en cualquier mercado", dijo el terrorista cuando la fiscal le habló del "canto de los mártires".

Mal pensados

Sobre su intención de inmolarse, Murad también negó la mayor: "Dije que quería irme definitivamente porque no pensaba volver ni a Bélgica ni a Francia". El testamento que la policía halló en su casa de Bruselas tampoco es relevante. Qué mal pensados. En fin, invirtió una hora tratando de encubrir al Egipcio y acabó definiéndolo con meridiana claridad: "Era un desgraciado".