Recuperar los últimos restos de 23 de los 62 militares muertos en el Yak-42 es, para algunos de sus familiares, un consuelo. Para otros, ir a buscar muestras biológicas entregadas por Turquía a la Audiencia Nacional les haría revivir la pesadilla. La mayoría de familias no ha recogido los 23 envases remitidos al Instituto de Toxicología de Madrid desde Estambul y quieren pedir al Ministerio de Defensa que entierre los restos en un panteón conjunto.

El abogado de 40 de las 62 familias, Leopoldo Gay, se reunió ayer con la ministra de Defensa, Margarita Robles, para tratar la situación de una de las familias. La conversación no ha trascendido. Otras dos familias representadas por Gay quieren recuperar los restos para inhumarlos en iglesias castrenses. Otras cuatro ya han se han negado a pasar el trago.

El siniestro del Yak-42, el peor accidente de la historia militar española en época de paz, golpeó al Ministerio de Defensa que lideraba Federico Trillo, al destaparse irregularidades en la contratación de la aeronave y embustes sobre la identidad de los cadáveres de los fallecidos para cerrar cuanto antes el caso. En la catástrofe perdieron también la vida 12 tripulantes ucranios. El 26 de mayo de 2003, el destartalado avión llevaba desde Kabul (Afganistán) a los militares, la mayoría de la Base Aérea de Zaragoza, al aeródromo de Torrejón, cuando se estrelló en Trebisonda (Turquía).

AVISOS / Poco antes de la pasada Navidad, Defensa comunicó a las familias la repatriación de los 23 restos hallados en un cementerio del lugar.

A comienzos de enero, llegó un segundo aviso de Defensa: «Como sé que es una decisión muy personal de cada familia el disponer de esas muestras o no, nos dirigimos por este medio a cada una de las familias cuyas muestras aún se conservaban en el laboratorio de Estambul por si alguna de ellas quisiera que se le entregaran (...) De antemano, entenderemos que cualquier decisión suya es absolutamente respetable».

Las muestras llegaron el 20 de diciembre a España. Entre ellas, un fémur que resultó ser de animal. Los restos del camposanto no son de ninguna víctima, según el escrito de Defensa.

INDIGNACIÓN / «Es todo muy macabro», lamenta Pacho González Castilla, hermano de Ignacio, fallecido en el accidente. González Castilla, que presidió la ya desaparecida Asociación de Familiares de Víctimas del Yak-42 y mantuvo un encontronazo en el Congreso con Federico Trillo, tiene claro que no va a ir a recoger las muestras biológicas.

«¿Para qué?», se pregunta indignado, y recuerda con qué tacto tuvo que comentarle a su madre de 90 años poco antes de la Navidad este nuevo episodio de la interminable lista de despropósitos, que desbarató el frágil sosiego de la nonagenaria. La decisión final, no obstante, será de los tres huérfanos de Ignacio.

Un grupo de afectados es partidario de dejar las muestras en el Instituto de Toxicología de Madrid a la espera de que prospere la iniciativa de algunos familiares para instar a Defensa a crear un pequeño memorial en la capital con todos los restos.

De las 23 muestras enviadas por Turquía a España, una, la del sargento Francisco Cardona Gil, ya ha sido entregada en el Juzgado Central de Instrucción 2 a su padre, Francisco, exhausto tras más de tres lustros de lucha por desvelar qué pasó aquel día.

«No podemos más», señala Cardona, dispuesto a pasar página: «Es lo que me piden mis otros dos hijos», zanja.